Reflexiones a bocajarro (III)

En alguna ocasión he escrito sobre la rapidez en que se desenvuelve el mundo que nos rodea. Hace unos meses, concretamente en agosto, estábamos temiendo lo peor con nuestra prima de riesgo disparada, y si nos remontamos un poco más en el tiempo la mayoría de los españoles no teníamos ni idea de que era la dichosa prima de riesgo.
A poco que bucees en cualquier diario especializado puedes hacerte una idea de las distintas opciones que tiene Europa para salir de la crisis, y te das cuenta de que la mayoría de las que proponen no se aplican, o tardan mucho en adoptarse. ¿Tardan mucho o nuestro mundo va demasiado deprisa?
Y éste es el problema, queremos todo ya, ahora y barato, y de la mejor calidad posible. A toda costa, y si para ello hay que hacer trampas, pues se hacen ¿no las hacen otros? ¿No ha estado Grecia tomándonos el pelo?

Imaginemos que Europa es un grupo de amigos, que se reúnen una vez al mes para ver como les va a cada uno. Ocurre que hay un grupo de países Europeos que no hacen los deberes, y ocurre que el resto de los países le dejan parte de los suyos, aun cuando algunos, como España o Italia, saben que dentro de poco ellos también van a dejar de tenerlos hechos (España e Italia realizaron importantes aportaciones al Fondo de Rescate). Y pasa el tiempo y resulta que de los países europeos sólo tienen los deberes hechos una minoría de países. ¿Qué pasa cuando toda una clase copia los deberes al único que los tiene hechos? Pues que el profesor suspende a todos, a unos por copiarse, y al que deja sus deberes por permitirlo.
El problema está en que si el grupo de amigos suspende, pueden perder algo que tienen en común, que si se desaparece puede ser catastrófico no sólo para Europa, sino también para el resto de los países del mundo. De modo que están buscando la forma de evitar que desaparezca, en esa búsqueda se hacen trampas, por así decirlo, en lugar de copiar el texto de los deberes literalmente cambian algunas palabras, para que parezca algo distinto, pero, en definitiva, es lo mismo. De manera que en lugar de darles dinero directamente a los amigos que lo necesitan, se emite deuda, se les rescata de una manera encubierta. Y se da la circunstancia de que al profesor se le puede engañar por un tiempo, pero al final se acabará dando cuenta, y el grupo de amigos suspenderá.

Ese suspenso no significará otra cosa que nosotros, los ciudadanos de esos países, sufriremos la mala gestión económica de esos países. Me he quedado en Europa, pero podríamos extender esta metáfora al resto del mundo, algo que sería un poco más complejo.

Algunos podéis caer en el error de creer que el el profesor que nos suspende es una agencia de calificación, o que nos suspenden los mercados. Creo que eso es buscar una excusa para echarle la culpa a alguien, ese impulso tan humano de buscar a un culpable es bastante reprochable, y más aún cuando todos y cada uno de nosotros hemos sido partícipes, de un modo u otro, de la situación que estamos viviendo. Hay que ser autocríticos no sólo buscar al culpable en el dirigente de turno, o en el que me sube los impuestos, en el especulador, o en el sursum corda.
Y si digo bien, todos hemos sido partícipes de esta situación. Tanto el que gastaba más de lo que cobraba, que es lo que han hecho tanto nuestros gobernantes así como muchos de los ciudadanos; como el que ahora se lamenta de que nuestro sistema democrático está viciado. Tanto los bancos que concedían hipotecas a diestro y siniestro, como aquellos que las pedían sin pararse a pensar en que en algún momento podrían llegar tiempos difíciles. Lo hemos visto miles de veces en el cine, el que vive por encima de sus posibilidades acaba mal, hay millones de ejemplos en el día a día y en nuestras vidas, lo sabemos, y lo hemos permitido. Algunos no lo habrán hecho, habrán sido coherentes y desde luego esos son los que más derecho tienen a poner el grito en el cielo, pero ya se sabe, siempre pagan justos por pecadores. Y una de dos, o nos cargamos a todos los pecadores o aguantamos el chaparrón y salimos adelante a hacer las cosas con cabeza. Mal de muchos consuelo de tontos, pero yo pienso en el contribuyente alemán al que dentro de poco le van a subir los impuestos y pienso: ése si que se va a cagar en la madre de alguien que yo me sé.

Puede que esté reduciendo demasiado la cuestión, pero gracias al sistema en el que vivimos de nada sirve buscar culpables, porque no hay nada que hacerles. Debería poder ser así, pero es ahora cuando queremos que eso cambie ¿por qué no lo quisimos antes? Y como vivimos en un mundo tan camaleónico, los artífices de nuestros males son los que ahora claman por un sistema más justo; y extended esto tanto a políticos, como inversores, como ciudadanos, como a lo que queráis. Pero esta es la realidad, los que hace unos años estaban lucrándose en virtud de los excesos que cometían, muchos de ellos ahora las están pasando canutas, y se suman a los que tenemos motivos reales para estar de vuelta de todo. A los que en su momento supimos contenernos y ahora vemos como nos meten la mano en el bolsillo.

De manera que tenemos una masa social descontenta conformada por oportunistas y por gente que realmente tiene motivos para estarlo. Y es, precisamente, la sociedad la que se suspende a sí misma, porque ha tolerado cosas que no se podían tolerar, ha permitido atropellos, enriquecimientos rápidos e injustos, adquirir cosas que valían mucho más de lo que se pagaba por ellas, endeudamientos que sabía que no se iban a devolver… ¿La sociedad? Sí, la sociedad, y ¿quién gobierna la sociedad? Preguntarán algunos, los políticos. Entonces son los políticos los culpables, ¡ellos tienen la culpa! Y volvemos a buscar al culpable, cuando hemos sido cada uno de nosotros los que con nuestro voto hemos puesto al político de turno al frente de algo que a lo mejor no estaba al alcance de su capacidad. Pero en este punto nos adentramos en otro terreno que es el de la política y los distintos sistemas democráticos. Algo sobre lo que tengo pensado escribir, pero que lo dejaré para otra ocasión, lo que quiero preguntaros antes de terminar es ¿por qué nos quejamos más de lo que hacen aquellos en quien delegamos cuando nos afecta al bolsillo? ¿No debería indignarnos tanto o más que el político de turno se lucre en su puesto de gobierno cuando lo hace bien? ¿Por qué hemos hecho la vista gorda durante mucho tiempo a los atropellos que han tenido lugar, y ahora clamamos contra ellos, cuando en realidad podíamos haberlos evitado si no hubiéramos mirado hacia otro lado? Y estas cuestiones van dirigidas, tanto a los países europeos, que hicieron la vista gorda con Grecia, como a los ciudadanos que veían aquello de la economía como algo de lo que se debían ocupar otros, y en quien delegaban alegremente porque se podían permitir irse de vacaciones al otro lado del mundo, o adquirir la casa de sus sueños gracias a una hipoteca que les iba a tener esclavizado de por vida.
Vivimos en un mundo donde las cosas pasan demasiado rápido, y en el que estamos poco tiempo. No obstante ese tiempo se nos hace eterno gracias a la espiral de preocupaciones que nos rodea. No sé si es bueno o malo, sólo sé que es lo que es, y que si queremos cambiarlo, el cambio tiene que empezar por uno mismo y por los que le rodean, de nada sirve reclamar de otros algo que no nos exigimos a nosotros mismos, tengámoslo en cuenta.

Pd. Si queréis también podemos acordarnos de los que viven en el cuerno de Africa, esos que en Agosto se estaban muriendo de hambre y siguen prácticamente igual, esos que no tienen apenas voz y cuando la oímos nos hacemos los sordos, y junto con ellos, todas las personas que realmente tienen derecho a quejarse, pues ¿qué sentido tiene reclamar unos derechos que sólo hemos conseguido a costa de limitar los de muchos otros?

2 comentarios en “Reflexiones a bocajarro (III)”

  1. Todo esto está muy bien, pero… ¿y? Podemos flagelarnos ad infinitum, pero las cosas no se arreglarán con decir «a partir de ahora todos a ahorrar». Al contrario, vivimos en una sociedad de consumo y si no hay consumo los productores tienen pérdidas, si tienen pérdidas bajan costes, para bajar costes reducen salarios, al bajar salarios baja el poder adquisitivo de los trabajadores que reducen su consumo y provocan que los productores tengan pérdidas.
    Me temo que si hay una crisis de deuda y los acreedores quieren muchos papelitos a los que llaman billetes al final habrá que imprimir unos cuantos papelitos y dárselos, a ver si les gustan. ¿Provocará inflación? Sí, y los acreedores se quejarán de que sus papelitos no valen tanto como antes; pero está claro que lo de la austeridad ya lo hemos probado y no funciona. Al contrario, hundirá el consumo y con él se hundirá del todo la economía.

    1. Puede que el consumo no debiera ser la base de la economía. A ¿donde nos llevará la sociedad de consumo? A seguir desangrando a los países del tercer mundo para que podamos escuchar música en nuestros Ipods, conducir nuestros coches, vivir comodamente a costa de unos cuántos? Yo prefiero que se hunda una sociedad de consumo que es injusta para que de paso a otra sociedad más justa, y ello aunque sea a costa de mi bienestar. Deberíamos aspirar a que lo que queremos para nosotros fuera para todos. La historia del siglo XX ha dejado bien claro que la sociedad de consumo es injusta a nivel mundial, y tal como ocurrió en 1929, ocurre ahora, la sobreproducción aboca a la depresión, así que habrá que pensar algún modo de corregir ambos defectos. Y como te he dicho, en mi opinión, es la sociedad la que se suspende a sí misma, antes o después se pone de manifiesto, de un modo u otro.

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