AlexA, PON MUSICA DE CUARENTENA

Muchos llevamos más de una semana encerrados en casa. El COVID-19 se ha convertido en el protagonista del 2020 y, sin duda, será uno de los protagonistas de la primera mitad del S. XXI. Un recién llegado, con apenas unos meses de vida, e invisible a nuestros ojos. El COVID-19 ha invadido nuestras vidas de manera impredecible y que sólo algunas mentes privilegiadas como la de Bill Gates anticiparon hace apenas cinco años. De un plumazo han quedado en un segundo plano cosas tales como la automatización del trabajo, el bitcoin, las crisis de los refugiados o el colonizar Marte.

En apenas 12 años el habrá vivido dos de las crisis más brutales que recuerda la historia de la humanidad. La gran recesión de 2007 (great recession es como se reconoce la crisis de 2007 en el mundo anglosajón) y la que vamos a vivir en los próximos meses como consecuencia de un coronavirus. En determinados lugares, como por ejemplo Alemania, donde Volkswagen ha detenido toda la producción de automóviles, la actividad económica no había sufrido semejante impacto desde la II Guerra Mundial. Con razón se dice que estamos viviendo una guerra. Sin embargo, muy pocos en Occidente recuerdan cómo se vive una guerra. Los que somos aficionados al cine bélico podemos llegar a imaginar qué supone un combate y cómo en momentos extremos aflora lo mejor y lo peor del ser humano. Ahora bien, imaginar y vivir en las propias carnes es algo muy distinto. Basta con preguntar a cualquier médico que está en Urgencias en momentos como el actual.

Por otro lado, en esta guerra el enemigo no es el tradicional de las guerras que vemos en el cine. Se trata de un enemigo invisible y la munición que necesitamos para no abunda en nuestra sociedad: autodisciplina, austeridad, paciencia u obediencia son difíciles de encontrar cuando estamos acostumbrados a la inmediatez, a la abundancia, a ser impulsivos o a cuestionar el statu quo. Diversos hechos vividos en nuestro país ponen de manifiesto que vamos a sufrir muchas más bajas de las que pensamos en este combate contra el COVID-19. Un Vicepresidente del Gobierno que se salta la cuarentena sistemáticamente cuando el resto de la población está confinada en sus casas podría ser anecdótico sino fuera porque el propio Presidente del Gobierno también debería estar en cuarentena. La ejemplaridad de nuestros dirigentes públicos parece haber sido la primera víctima del coronavirus. En este contexto, que, hasta el 19 de marzo, tan sólo en la ciudad de Madrid se hayan puesto 2.507 denuncias por el incumplimiento de las restricciones de tránsito podría parecer hasta una buena señal.

La realidad es cruel cuando se ignora durante demasiado tiempo y, de momento, parece que muchos siguen ignorándola. Bajo mi punto de vista, la falta de humildad de los países occidentales ha determinado que Europa se haya convertido en el principal foco mundial del coronavirus con 127.384 casos confirmados a la hora de publicar este post. Cerca del 50% de los casos confirmados a nivel mundial se concentran en la Unión Europea.

Si a esto añadimos que en Europa casi el 20% de la población tiene más de 65 años todo apunta a nos convertiremos en el continente con más víctimas del COVID-19. Esto es algo de lo que todavía parecemos no darnos cuenta y está claro que es uno de los elefantes más grandes de la habitación. Es importante darse cuenta de que a día de hoy más de la mitad de las víctimas mortales del COVID-19 se han producido en Europa. 6.376 de un total de 11.868 a nivel mundial.

Se ha dicho que esta crisis cambiará la forma en la que viviremos en el futuro. No se trata de una crisis financiera como la de 2007. Se trata de una crisis mucho más profunda, que afecta no sólo a los mercados financieros, sino a nuestra forma de vivir y de relacionarnos. No sé si algunos narcóticos como que Amazon siga aceptando nuestros pedidos, que se permita seguir yendo a trabajar en lugar de hacerlo desde nuestras casas o que los supermercados sigan abiertos nos benefician o nos perjudican. La bronca de este médico chino de la Cruz Roja, que se ha desplazado desde Wuhan para ayudarnos a luchar contra el COVID-19, me hace pensar que aún estamos lejos de entender de qué va la cosa.

No puedo terminar este artículo sin referir que, sin duda, hay elementos positivos, solo faltaría. Los aplausos a las 20h a todos los que luchan sin descanso por salvar vidas, las iniciativas para fabricar dispositivos médicos para paliar la escasez de estos, o la creación de apps para evitar el colapso de los números de los centros de salud son noticias estupendas que, sin embargo, se diluyen como gotas de agua en un océano de víctimas, de egos y de descoordinación que nos arrastran hasta el fondo del mismo. A pesar de todo ello, nos queda el consuelo de pedirle a Alexa que ponga música de cuarentena.

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