El otro día me comentaba un amigo, que nunca llegaremos a la situación que os describía en el post anterior. «El sistema de consumo actual va a caer por su propio peso» decía, me explicaba que en los próximos años vamos a entrar en una profunda recesión, después habrá una III Guerra Mundial y se reseteará el sistema. A mí me parece una visión demasiado simple y de Perogrullo del panorama actual. No soy economista, y tampoco puedo predecir el futuro, pero como aficionado al mundo tecnológico sí que tengo clara una cosa, la revolución tecnológica no ha hecho más que despertar, y esa revolución, como adelantaba hace unos días, sí que puede producir unos cambios en la sociedad de consumo actual que pueden ser demoledores.
Si bien es verdad que la sociedad de consumo actual está enferma, tocada de muerte diría yo, también es cierto que la humanidad a lo largo de su historia ha superado todo tipo de crisis. Y considero que esta ocasión tampoco va a ser una excepción. El que algunos estados hayan estado viviendo por encima de sus posibilidades (España es un ejemplo, pero parece ser que en EEUU se ha dado una circunstancia similar), no significa que vaya a desaparecer el modelo actual, sobre todo si tenemos en cuenta que las principales potencias emergentes siguen y copian el mismo modelo que parece que está fracasando en las sociedades más desarrolladas.
Modelo que ha fracasado por el afán de enriquecimiento sin límite, donde muchos han gastado más de lo que tenían, pero donde otros muchos no lo han hecho, y donde algunos están prosperando a costa de trabajo y esfuerzo; puede que los excesos de algunos perjudiquen a la mayoría, pero no creo que lleguen al extremo de hundir el sistema.
Bien es verdad que la visión pesimista que mi amigo me planteaba ayer, a la vista de determinadas informaciones, noticias, y datos que están a nuestra disposición, es una visión que me preocupa, y que temo; sin embargo, aún en el caso de que estos temores se confirmaran, la población mundial seguirá aumentando, y no por entrar en fase de recesión a un menor ritmo, básicamente porque la recesión no afecta a todos los países por igual, y porque el índice de natalidad más alto está precisamente en los países en vías de desarrollo. Puede que la hipotética fase de recesión que tememos afectara al desarrollo tecnológico, aunque también soy escéptico en este punto; pensemos en la ingente cantidad de dinero que gastan las grandes empresas y los países (el proyecto del colisionador del CERN o la estación espacial internacional son claros ejemplos), a día de hoy, período de crisis indiscutible. Este hecho me inclina a pensar que no necesariamente debería detenerse el desarrollo tecnológico.
Y en cuanto a la hipotética guerra… ¿qué queréis que os diga? con Irán desarrollando su plan nuclear bajo la atenta mirada de los países occidentales, con Rusia y China mirando hacia otro lado y el régimen de Pionyang por otro, la “cubanización” de algunos países en Sudamérica y diversas tensiones regionales en diversos puntos del planeta, si no hay más guerras que las que existen actualmente es porque, en mi opinión, no hay suficiente dinero para costearlas. Por cierto, buscando argumentos para este último comentario he encontrado una página interesante acerca de los potenciales conflictos bélicos que podrían desatarse este año (alguno de los cuales, por cierto, ya ha estallado).
Hechas las anteriores consideraciones, y centrándonos de nuevo en el tema de esta serie de posts, el futuro de la sociedad de consumo, reparada, en el caso de que se produjera la hipótesis de mi amigo, se vería amenaza esta vez, por la revolución tecnológica de la que hablaba en mi primer post, unida al imparable aumento de la población que desde la Revolución Industrial ha marcado el curso de la historia moderna.
En los próximos capítulos de esta serie de post seguiré tirando del hilo de mis pensamientos, siempre y cuando, al igual que mi amigo, no me hagáis replantearme la cuestión, algo que por otro lado agradeceré.
Creo, sinceramente, que el problema real no es la revolución tecnológica en sí, sino el concepto del hombre que plantean tus reflexiones (basado, cierto es, en el que parece asumir nuestra sociedad). Un hombre cuyo objetivo es trabajar, y que sin trabajo pierde el sentido, no es un hombre. Tal vez, lo terrible de la revolución tecnológica que auguras no sea que sustituya el trabajo de los hombres y produzca paro, sino que pone de manifiesto que muchos hombres a día de hoy ya no son sino máquinas obsoletas y, por tanto, sustituibles. ¿Exceso de tecnificación en el desarrollo social? Es posible. Ésa es una causa de implosión, sin duda.
Pero ¿es trabjar el objetivo del hombre? o ¿es una obligación para poder subsistir?