Acelerando el fracaso

“Failures are finger posts on the road to achievement.” – C.S. Lewis

El azar del destino me ha llevado a pasar de llevar una vida rutinaria y metódica – los que leéis mi blog desde hace años sabéis que las oposiciones han ocupado un buen número de años de mi vida – a llevar una vida ‘acelerada’.

Acelerada en muchísimos sentidos. Pero hoy sólo os voy a hablar del aspecto profesional. Durante los dos últimos años he tenido el privilegio de trabajar como director: en primer lugar, del Instituto Europeo para el Emprendimiento (creedme allí, como a mí, también les da tirria la palabra ‘emprendimiento’), una aceleradora de Startups y, actualmente, en Celera, una asociación sin ánimo de lucro que nació hace tres años con la misión de acelerar el talento en España centrándose exclusivamente en la persona, independientemente de su trayectoria.

Mi posición como directivo me ha llevado a tratar de profesionalizarme al máximo. Aplicando la metodología y el rigor que todo opositor se ve obligado a interiorizar, he confirmado infinidad de cosas que antes apenas intuía. Y es que, la intuición es el primer paso hacia la aceleración. Dejarse guiar por la intuición que tenemos acerca de algo y vislumbrar que esa intuición es acertada te empujar a querer llegar antes al punto donde la misma queda confirmada o descartada. Independientemente del resultado que obtengas, eso te permite pasar a otra cosa. Y seguir. La rapidez con la que se produce este proceso depende del entorno en el que uno se sitúe. Cuanto mayor sea el confort en el que te encuentres más tardarás en completarlo. Una buena aceleradora, ya sea de startups o de talento, buscará hacerte sentir lo más incómodo posible. Sólo así serás capaz de validar si tu intuición, idea, modelo de negocio, meta… es la acertada o no.

Existe cierto consenso en relación a las aceleradoras de startups. En primer lugar, todos estamos de acuerdo en que aparecen como setas. Muchos hablan de burbuja cuando se refieren a este fenómeno. En segundo lugar, parece que las métricas que hacen a una aceleradora exitosa es el número de startups con éxito que son capaces de ‘generar’ con sus programas de aceleración. Este es uno de los mayores problemas a los que se enfrenta el débil y endogámico ecosistema emprendedor español. Se toma como referencia una medida inadecuada. A mi juicio, no se trata de valorar cuántas startups de éxito ha alumbrado una aceleradora, ni tampoco del número de startups que han pasado por ella, ni siquiera del número de mentores (en casi todas ellas inflados de una manera vergonzosa). La clave está en el número de personas que han pasado por esa institución, han fracasado y han aprendido de sus errores. Da igual si emprenden después de ese fracaso o comienzan a trabajar por cuenta ajena. Esa persona aportará un valor incuantificable allá donde vaya porque su experiencia será única e insustituible y, eso, es valor. El fracasar ayuda a ser mejor, a ver el mundo con otros ojos y a estar preparado para una adversidad que ya no va a ser la primera en llegar. Esa métrica debería ser la que realmente sirviera para identificar qué aceleradora tiene un programa como es debido y cuál se limita a ser una fábrica de empresas zombie a las que se prepara para ser candidatas a obtener Enisas, CDTIs y demás financiación blanda con el objeto de pegar un pelotazo y, poco después, vender la compañía.

Está en boca de muchos que la automatización y la digitalización de la economía van a conllevar la desaparición de numerosos puestos de trabajo con unas consecuencias devastadoras para el empleo. La respuesta es la de siempre: hay que reformar la educación. Pues bien, puedo decirles que en los dos años que he estado trabajando cerca de emprendedores (no confundir con gente que constituye una SL y dice que es emprendedor) he aprendido más que en los más de 12 años de vida académica que tengo a mis espaldas. Probablemente el aprendizaje no hubiera sido tan rápido sin esos años de libros y largas horas memorizando leyes. Pero estoy convencido de que mi visión del mundo sería totalmente distinta sino hubiera fracasado en mi intento de sacar una plaza en el cuerpo de Registradores de la Propiedad. Aprendí de mi propio fracaso, ya no me cuesta reconocer que fracasé, viendo como otros fracasaban e intentándoles ayudar a ver que su fracaso les hacía más fuertes y les daba una ventaja competitiva frente a todos aquellos que, como me decía una persona muy especial para mí, no se atreven a tirarse al mar y nadar. Nuestro sistema educativo tiene muchas virtudes, decir lo contrario es ignorar la realidad, pero conviene introducir ingredientes que ayuden a dar esos empujoncitos hacia el fracaso para entender, en primera persona, que fracasar es algo que va a llegar antes o después y que eso, únicamente, te ayuda a ser estar más preparado para los verdaderos fracasos que te esperan a lo largo de tu vida. Hasta que eso ocurra, buscad aquellos lugares donde se entiende perfectamente que el camino hacia el éxito pasa por el fracaso, quién cuente otra cosa está vendiendo humo.

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