Un atronador silencio me acompaña en la antesala del alba,
una estrepitosa calma y mi respiración acompasada me invitan a acompañar a Morfeo,
sin embargo, algo me inquieta y atenaza, lo aleja, y no lo veo.
Cabeceo, escucho al atronador y espero.
Intuyo que tarde o temprano llegará Morfeo.
Mas si no llega, a la par que atenazado e inquieto,
vigilante y ojeroso me encontrará el día.
Sueño esquivo, ¡huyes! te busco y no te encuentro.
Aquello que me inquieta y atenaza me hace girar y girar,
pero por más que giro no te encuentro, no me acerco,
al contrario, cada vez estoy más lejos.
Abro los ojos, me doy por vencido.
Se que nuestros caminos se volverán a cruzar para más tarde volverse a separar,
hasta que llegue el día en que no me abandones, y seas eterno.
Será entonces cuando ya no necesite irte a buscar.