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Del Referéndum francés al referéndum griego

La crisis de 2007 llegó a la UE en el momento más inoportuno posible, el 13 de diciembre de ese mismo año se firmaba el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea – más conocido como Tratado de Lisboa – que diseñaba la nueva arquitectura institucional de la Unión. Dicho Tratado tuvo su origen en lo que siempre he considerado el principio del fin de la UE: El fracaso de la Constitución Europea. No debemos olvidar que en aquella ocasión tal resultado no fue una decisión tomada por los dirigentes de los gobiernos que integraban la Eurozona. Aquel resultado fue consecuencia de que el 29 de mayo de 2005 el pueblo francés decía que no a más Europa y pocos días después era el pueblo holandés el que también decía ‘no’.
Hace tres semanas el pueblo griego también dijo ‘no’ en referéndum. Salvando las distancias, la pregunta, al igual que en el año 2005, tenía que ver con Europa y el funcionamiento de la misma. Dicho de otra manera, ¿están los ciudadanos de los países que integran la UE dispuestos a que en su país se hagan las cosas como se dice desde Bruselas y Estrasburgo o no? La respuesta parece estar bastante clara en Grecia diez años después. Ahora bien, los griegos no son los únicos que titubean a la hora de responder a la pregunta que hemos planteado, la promesa de convocar un referéndum sobre Europa realizada por David Cameron ha tenido mucho que ver con la vuelta, tras 20 años, de un gobierno exclusivamente conservador al número 10 de Downing Street.
Pero, ¿por qué los europeos no quieren más Europa? Que los ciudadanos de Francia y Holanda, ambos países Mariposa Europafundadores de la Unión Europea, dijeran ‘no’ en el año 2005 fue una señal que no se supo interpretar por parte de los dirigentes políticos europeos. En aquel entonces el origen del conflicto en el seno de la Unión estuvo en una de las mayores asignaturas pendientes que a todavía hoy tiene la UE: La política exterior. La invasión de Irak y el apoyo que brindaron algunos países generó división. La famosa la cuestión planteada por Henry Kissinger “¿Quién se pone al teléfono cuando se llama a Europa?” seguía – y sigue – sin respuesta. El conflicto entre Rusia y Ucrania es otra muestra de cómo la falta de una política exterior común suscita disenso.
Otro aspecto clave en cualquier nación es la energía y la política que guía las decisiones que se adoptan en la materia. En este caso, en Europa encontramos una situación similar a la que se produce en materia de política exterior: no se encuentra por ningún lado. Esto resulta paradójico puesto que el embrión de la UE fue un tratado que llevaba por nombre “Comunidad Europea del Carbón y del Acero” siendo entonces el carbón una materia prima fundamental para la producción de energía y para la competitividad de una industria que tras la II GM era indispensable para la recuperación. Dicho Tratado expiró en el año 2002 y a día de hoy Europa necesita urgentemente de la famosa “unión energética” para que su industria pueda competir con la del resto del mundo. Sin embargo, las particularidades energéticas de cada país retrasan una y otra vez dicha unión, lo que de cara a la lucha contra el cambio climático – donde Europa ha asumido los compromisos más exigentes de cara a la Cumbre del Clima de París del próximo diciembre – puede suponer un verdadero contratiempo.
Por último, queda hablar de la gran protagonista todos estos días: La economía. Desde que comenzara la crisis económica se ha hablado de los efectos dañinos que el mal diseño del euro ha provocado en la economía de los países de la eurozona. La unión fiscal y una unión bancaria – a la que parece que se avanza con más firmeza que en otros aspectos – se han señalado como complemento necesario para que la política monetaria común sea verdaderamente efectiva y los países puedan gozar de mayores recursos frente a esta clase de acontecimientos económicos. Tal vez, por tratarse precisamente de mammón, sea en este ámbito donde se consigan mayores avances entre los dirigentes europeos.

Para finalizar este recorrido por el estado de nuestra querida Unión Europea quisiera poner el acento en algo que suele reproducirse en muchas empresas: La autocomplacencia de sus dirigentes. Ayer hablaba con un amigo chileno del peligro que tiene para cualquier compañía el creer que la situación está bajo control por el mero hecho de que las funciones básicas siguen cubriendo el expediente. No quiero decir que los dirigentes europeos estén dormidos en los laureles, es mucho peor. Es peor porque son conscientes de la gravedad de la situación – y no estoy hablando de Grecia – pero prefieren destacar pequeños logros – como ha terminado ocurriendo con la resolución del problema griego – e ignorar la situación general en la que se encuentra Europa. La raíz del problema está en pretender que Europa sea algo que los europeos no quieren que sea. En los diez años transcurridos entre ambos referéndums la suerte de despotismo ilustrado que ha imperado en Europa amenaza con dar pie a un motín de Esquilache y tan sólo los dirigentes británicos, por el momento, han sabido tomar posición para que sus ciudadanos manifiesten qué es lo mejor para ellos.

¿Por qué hay que reformar las pensiones?

Para tomar conciencia del calado que tiene la reforma de las pensiones para todos y cada uno de los españoles hay que partir de un informe elaborado por el INE en diciembre de 2012.
De él se extrae un dato preocupante que mucho de nosotros no tenemos tiempo de pensar a día de hoy con la crisis y demás historias. Sin embargo, dentro de treinta años puede que nos preguntemos ¿Cómo es que nadie advirtió esta situación? El dato es el siguiente: En el año 2049 habrá 51 mayores de 67 años por cada 100 adultos en edad de trabajar.
Claro que hasta el 2049 falta mucho tiempo, y pueden pasar muchas cosas. ¿Cómo cuáles? Los expertos que elaboran los datos demográficos ponen de relieve la fiabilidad de los mismos. Por un lado en España la esperanza de vida aumenta progresivamente; 50 días por año según algunos, otros indican que aumenta un año por cada 5 años que transcurren. Lo que es un hecho es que no va a dejar de aumentar. Los datos del INE reflejan ese hecho.
En relación a la tasa de natalidad los expertos señalan que suele mantenerse estable durante mucho tiempo. Por otro lado, si uno se para a pensar y a buscar motivos para que en España tengamos muchos hijos lo cierto es que encuentra más bien pocos. Además cabe añadir que los 150.000 abortos que se producen al año le hacen un flaco favor a esa tasa de natalidad.
Sólo queda algo para paliar la situación, fuera de reformar el sistema de pensiones. La inmigración. No obstante ¿Qué inmigración cabe esperar en el próximo lustro si somos los españoles los que estamos saliendo en tromba de nuestro propio país por falta de oportunidades? Me pregunto si el INE habrá tenido en cuenta el impacto que ese hecho va a tener sobre la propia tasa de natalidad. El caso es que no parece que el flujo migratorio vaya a ser la solución al problema demográfico.

Esto sentado no hace falta saber muchas matemáticas para entender que la situación puede ser realmente crítica para los pensionistas dentro de veinte años. ¿Por qué? Pues simplemente porque no habrá forma de que las cotizaciones de los que trabajan puedan mantener el nivel adquisitivo de las pensiones de los jubilados.
Para entender esto hay que entender cómo funciona el sistema de pensiones actual. Puede decirse, grosso modo, que el sistema actual es un esquema Ponzi en toda regla. La denominación de esquema Ponzi se debe al italiano que dio fama a esta estafa. Carlo Ponzi, en 1920, ideó una estafa en virtud de la cual los primeros que invertían en el “negocio” que él proponía obtenían sus beneficios de las inversiones que realizaban los que invertían después de los primeros. La cosa es bien sencilla, mientras se siguen “captando” nuevos inversores no hay problema, puesto que no deja de entrar el dinero y todos van obteniendo sus beneficios.
La mecánica de nuestro sistema de pensiones es idéntica, puesto que los que cotizan en la actualidad no se están pagando su propia pensión, si no que están pagando la pensión de las personas que están jubiladas, que, a su vez, pagaron antes las de sus mayores. Parece mentira pero es así. Es tan simple que parece ridículo.

Después de esta genérica explicación, es perfectamente comprensible porque nuestro sistema de pensiones está en estado crítico y urge la reforma del mismo. Otros síntomas del grave estado de salud de nuestro sistema de pensiones es que los que se jubilan cada vez tienen derecho a una pensión más alta, lo que determina que los recursos necesarios para cubrirlas cada vez son mayores. No voy a entrar en la cuestión de la revalorización de las pensiones, el índice en base al cual deben revalorizarse porque ni domino ese ámbito ni creo que merezca la pena complicar tanto las cosas. Para quien esté interesado en el tema puede consultar el siguiente enlace: «La franja naranja hace insostenible el sistema de pensiones»

He intentado explicar de manera sencilla los problemas que plantea el sistema actual de pensiones. Nuestros dirigentes son conscientes de ello, y es por ello que están abordando su reforma. Yo no soy un experto en la materia, sin embargo se ha designado una comisión de expertos para aportar soluciones. Habida cuenta de la trascendencia que este tema tiene para todos, en especial para los que dentro de treinta años estarán jubilados, sería deseable que las posibles alternativas se dieran a conocer a la ciudadanía, y fuera ella la que, previa concienciación de su decisión adoptara la que ella considerara mejor para todos.

Esta iniciativa lleva poco tiempo en change.org, pero de momento sólo he recibido palmaditas en la espalda y desconfianza. La verdad es que es lógico, pero no me quiero dar por vencido tan pronto. ¿Te vas a resignar a que otros decidan por ti? Yo no. Firma: http://www.change.org/es/peticiones/al-gobierno-y-al-congreso-de-los-diputados-que-se-someta-a-refer%C3%A9ndum-la-reforma-de-las-pensiones

Enlaces de interés: Sometamos a referéndum la reforma de las pensiones