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Bang bang

La semana pasada las redes sociales en nuestro país echaban humo porque se iba a sacrificar a un perro que había estado en contacto con una infectada por el virus ébola. Si se cuenta de una manera despersonalizada la cosa no parece tan seria. Es más, el punto de histeria colectiva en relación a ese tema ni se hubiera planteado en el caso de que los hechos hubieran acontecido en un país vecino. De hecho, apenas llevamos tres meses preocupados por una enfermedad de la que casi nadie había escuchado hablar, como para preocuparnos por los seres humanos fallecidos o los animales sacrificados a lo largo del 2014 por causa del ébola.
Hace algo más de un año reflexionaba sobre la capacidad que las redes sociales tienen de acercarnos determinados hechos a cuenta del accidente de Angrois y de la horrible forma en que lo hacen. Los hechos acontecidos esta última semana revelan que las cosas no han cambiado mucho. Unos medios de comunicación cuya ética brilla por su ausencia junto con una sociedad que se afana en señalar culpables sin importarle las consecuencias de lo acontecido son buena muestra de ello.

Esta mañana he asistido a una conferencia donde se comentaba que el progreso que supuso la revolución industrial, en términos de mejora de la calidad de vida de millones de personas desde el S. XIX hasta nuestros tiempos, tiene como contrapartida un efecto demoledor para ese progreso: el poner en primer plano la pobreza con la que aún no se ha conseguido acabar. Sin entrar en disquisiciones sobre si el modelo económico actual es incapaz de acabar con esa pobreza o no, lo cierto es que bajo mi punto de vista se produce un efecto similar en lo que se refiere al materialismo predominante en nuestra sociedad.
En este sentido, somos capaces de cosificar algo como un embrión, o una vida agonizante entendiendo que es algo de lo que se puede prescindir sin mayores problemas porque así evitamos sufrimientos en el futuro. Sin embargo, cuando se trata de algo que podría decirse que es ajeno al ser humano, independientemente de los vínculos que los dueños del ya anciano Excalibur (tenía 12 años) hayan estrechado con él, la reacción social es de tal magnitud que hasta algunos medios de comunicación han sacado en portada al desdichado animal (La Razón).
Con estas palabras no trato de minusvalorar la vida de Excalibur, únicamente trato de plasmar los pensamientos que me vienen a la cabeza cuando observo esta clase de comportamientos. ¿Cómo es posible que la vida de un animal sea capaz de generar el debate de si ha contraído o no la enfermedad y por tanto debe o no debe ser sacrificado y la de un feto no merezca mayor debate que manifestaciones a favor y en contra de diversos colectivos? Y no sólo eso ¿Por qué son tan efímeros estos debates que se suscitan? Dentro de un mes ya nadie recordará a Excalibur a excepción de sus dueños, no obstante las filias y fobias que ha generado su sacrificio han supuesto un auténtico terremoto mediático, que a mí personalmente me parece de chiste. Pero eso es lo que me parece a mí, no entiendo por qué tanta y tanta gente excitada con este tema da la callada por respuesta cuando se trata de profundizar en este tema. A la pregunta” ¿dejarías a tus hijos jugar con Excalibur?” Nadie me ha contestado que sí ¿por qué hacer sufrir al animal entonces?

Estoy entrando en terreno de debate y esa no es mi intención. Únicamente quería poner el acento en lo rápido que desenfundamos y apretamos el gatill, «Bang bang», y a esperar al siguiente acontecimiento en el que podamos posicionarnos fácilmente sin pararnos a pensar. Reconozco que me pasa en muchas ocasiones. Para evitarlo tal vez haya que buscar sosiego en las personas que son capaces de transmitirlo o tal vez haya que pasar más tiempo uno consigo mismo y ponerse en el lugar de los demás.

8729507826_644f321f17_z el segundo disparo me lo reservo.

Twitter y el delito de apología

Ya ha sido detenida en España una persona por escribir tuits. El delito que se le imputa al detenido es el de apología del delito de asesinato.
Es un tipo poco frecuente en la práctica y hasta ahora conocido por haber escuchado en las noticias que determinados grupos de radicales han sido detenidos por hacer apología del terrorismo o del nazismo. Sin embargo, ocurre que en nuestro Código Penal también se contempla el delito de apología de homicidio y asesinato, lesiones, detenciones ilegales y secuestros, exhibicionismo y provocación sexual, robo, extorsión, estafa o apropiación indebida, receptación y otras conductas afines, cultivo y tráfico de drogas, rebelión militar, delitos contra la corona, asociación ilícita, sedición, atentados, terrorismo, y genocidio.
Y es que cuando hablamos del delito de apología lo que se está castigando es un uso de la palabra con un fin delictivo. Es por ello que se exige que para que la apología como forma de provocación sea delictiva, de este modo el Código Penal dispone en su artículo 18.1.2

“Es apología, a los efectos de este Código, la exposición, ante una concurrencia de personas o por cualquier medio de difusión, de ideas o doctrinas que ensalcen el crimen o enaltezcan a su autor. La apología sólo será delictiva como forma de provocación y si por su naturaleza y circunstancias constituye una incitación directa a cometer un delito.”

¿Puede considerarse exagerado detener a alguien por escribir en una red social, ante una concurrencia de personas, el deseo de que sigan matando a personas por el hecho de ser de un partido político? ¿Y si se incita para que sigan poniendo bombas en el País Vasco? ¿Y si se incita para que los Ucranianos maten a todos los rusos separatistas?
A mi juicio lo más crítico es que se pruebe que hay una incitación directa a cometer un delito. Es ciertamente complicado demostrar eso, y más cuando estamos hablando de una red social que tiene muy poco tiempo de vida.
No obstante, debemos tener presente que esta red social ha sido protagonista hace pocos años de la Primavera Árabe y ha servido para movilizar a cientos de miles de personas en muchos lugares del planeta. Este simple hecho es suficiente para no tomarse a la ligera lo que se escribe en twitter. Las masas sociales son volubles y tanto pueden incitarse a la indignación como a la violencia, como a una buena causa.
El tipo penal que contempla nuestra ley tiene una razón de ser, la incitación a la comisión de un delito por parte de un sujeto ante una masa de personas enfervorizada puede tener un efecto devastador. Las redes sociales aglutinan concentraciones de personas constantemente. Muchas de esas personas están sentadas en un sofá con el Smartphone en la mano o delante de su ordenador y rara vez levantarán el culo del asiento para cometer un delito porque algún desnortado escriba alguna barbaridad en twitter. De igual manera que porque desde una cuenta de carácter radical se incite al odio a una raza o a una religión quien lea esos tuits difícilmente empezará a odiar a los asiáticos o a los hindúes. ¿Debe prohibirse en el segundo caso y permitirse en el primero?

Está claro que si vemos a alguien ante una multitud en la calle haciendo cualquiera de las dos cosas lo desaprobaremos y nos parecerá mal. De hecho es perseguible por la autoridad. Sin embargo, si no te ve nadie o nadie te denuncia ese acto pasará totalmente desapercibido. El problema que tiene twitter es que deja rastro, de manera que conviene medir las palabras que se escriben, porque aunque uno entienda que son simplemente palabras y que no “van en serio” el que está al otro lado de la pantalla no sabe lo que tú piensas al escribirlas. Asumir la responsabilidad, una vez más, parece ser una tarea pendiente, y ahora burdas excusas como que la policía persigue a los tuiteros y no a los políticos invaden la red social. Señores, si una persona se va a una mezquita con pancartas en contra de los musulmanes e incita a todos los viandantes a matarlos porque son musulmanes, o a la sede de un partido político a hacer lo mismo, esa persona probablemente será detenida. El hacerlo en una red social y pensar que por eso no va a pasar nada es de lo más ingenuo que he visto nunca. Y la policía lo perseguirá porque se lo ponen delante de las narices, no por estupideces de igualdad o politización de la justicia.

Concluiré diciendo que el delito de apología fue introducido en el año 95 y siempre ha habido un intenso debate en torno al mismo, a nivel mundial. ¿Debe contemplarse como delito algo para que sepamos la importancia que tiene lo que decimos o lo que escribimos? En mi opinión no debería ser necesario, pero sinceramente, he leído tantas barbaridades a lo largo de mi experiencia en twitter que me parece bien que se detenga a un sujeto que demandaba más asesinatos de gente por ser de un determinado partido (tener una determinada ideología en definitiva) y esclarecer si ha incurrido o no en una conducta delictiva. Puede que ello sirva para que a la hora de escribir nos contengamos un poco más, o pensemos dos veces. Twitter, aunque lo parezca, no es una tertulia de bar con amigos, es una red social en donde un solo tuit puede generar un impacto tremendo y eso no es algo que deba juzgarse a la ligera.