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El suicidio de Europa

“Las civilizaciones se suicidan, no son asesinadas»  Arnold J. Toynbee

Afortunadamente durante las últimas semanas en España parece estar tomando algo de presencia en los medios de comunicación y en las redes sociales la cuestión de las pensiones. Pese a que algunos llevamos advirtiendo de lo poco halagüeño que pinta el futuro para los que nacimos en los años 80 en España, al menos de la mitad de mis amigos está convencido de que no cobraremos pensión alguna. Estoy totalmente de acuerdo con ellos. El resto de ellos, desgraciadamente, no se interesa lo más mínimo por este tema.

Llevo trabajando con gente más joven que yo algo más de dos años. En este espacio de tiempo he escrito sobre los millenials y sobre la gestión de las expectativas de los mismos. Hoy escribo estas líneas porque acabo de leer la introducción de un informe elaborado por BI Intelligence sobre la Generación Z, también conocida como centenials o iGen. Más allá de lo que adelanta el informe mis pensamientos se los ha llevado la siguiente pregunta ¿Cuántos centenials tendrá Europa en 2026?

El año 2026 es el año en el cual los nacidos a partir de 2026 habrán llegado a la edad adulta. Dicho de otra manera, dentro de 8 años el mercado global tendrá como protagonista a un grupo de personas que tendrá unas características muy específicas: nativos digitales puros, con un smartphone a su alcance a partir de los 10 años de edad; banda ancha desde el primer momento en que se conectaron a internet (los centenials son los que ponen cara de no saber de qué se está hablando cuando en una cena se recuerda el sonido del módem); un mundo en el que lo digital y lo analógico no se diferencian en casi nada. En definitiva, la consecuencia lógica de la revolución digital que llevamos viviendo las dos últimas décadas.

Pero, volviendo a la pregunta que me ha llevado a escribir estas líneas, al ir a buscar cifras y datos sobre las estimaciones demográficas para la Unión Europea –a los que enseguida me referiré– he encontrado la cita que encabeza este post junto con una serie de artículos que datan, agárrense a la silla, de 2008. De hecho, está cuestión fue sometida a debate en el Parlamento Europeo y, al parecer, olvidada por el empuje de la crisis económica y, en la actualidad, por el empuje del Brexit. Entrando al fondo de la cuestión, he descubierto que se encargó un informe a la eurodiputada socialista francesa Françoise Castex. Al buscarlo en internet me he llevado una profunda decepción porque dicho informe no hace sino que recoger lo mismo que los artículos de la web que mencionan el encargo a la eurodiputada. Al parecer esta mujer y su equipo invirtieron un esfuerzo titánico para elaborar un informe de nueve folios. Por otro lado, esta búsqueda me ha llevado a una noticia del año pasado que ha despertado mi preocupación: “El INE y Eurostat, enfrentados por sus proyecciones de Población”. Les hago un resumen muy rápido, el INE le dice a Eurostat que no se pueden hacer previsiones sobre la estimación de que dentro de «x» años tendremos más hijos de los que tenemos ahora, que los modelos así no se hacen. En definitiva, parece que 9 años después Eurostat ha optado por hacer previsiones en lugar de proyecciones para poner en práctica eso que hacen los avestruces.

Pero, vayamos a los números. Los pensamientos que me han asaltado al leer el informe de BI Intelligence se han quedado plenamente justificados. Ha sido muy fácil encontrar datos relativos a España, los cuáles, como era previsible, no son nada esperanzadores. El INE recoge en un informe de 2014 que “… dentro de 15 años en España residirían 11,3 millones de personas mayores de 64 años, 2,9 millones más que en la actualidad (un 34,1%). Y esta cifra se incrementaría hasta 15,8 millones de personas (un 87,5% más) en 50 años.”

Fuente: INE

En cuanto a los datos de la Unión Europea en su conjunto, resultan mucho más difíciles de encontrar. Las previsiones de 2008 supra mencionadas preveían que el 11,4% de la población en Europa tendría 80 años de edad en el año 2050. Si hacemos una extrapolación de la población prevista para la UE en 2050 por Eurostat, 499 millones de personas, nos encontramos como resultado que la UE tendrá 51.3 millones de personas de 80 años de edad. Los octogenarios de 2050 serán los cincuentones de 2026, es decir, los famosos Z, ello unido a que el incremento de la esperanza de vida para los hombres se situará en cerca de los 82 y para las mujeres por encima de los 85 años, hace que uno se pregunte ¿Quedará alguno en Europa para entonces o se habrán ido ya? La razón de dicha pregunta se halla en el hecho de que para entonces es muy probable que la población dependiente en la UE, esto es, los menores de 16 y los mayores de 65, sea superior al 50% de la población total.

Hacer previsiones de mercado en Europa pensando en la Generación Z es algo que se presenta como ingenuo ya que todo apunta a que esta generación va a jugar un papel irrelevante en el futuro de la Unión. Eso sí, el panorama que se presenta para la UE en la próxima década es preocupante. ¿Generación Z? Los Millenials europeos pasaremos a la historia por ser la generación que sufrió en su juventud la peor crisis económica desde el crack del 29 y los que murieron trabajando porque no quedó nadie para sostener el Estado del bienestar. Nos queda el consuelo de que las políticas de atracción de talento emprendedor y científico de la UE están empezando a dar resultado en los modelos y las previsiones de los burócratas que llevan el timón de la vieja Europa. Me temo, no obstante, que nunca se pondrán en marcha. Nos estamos suicidando, y además, lo estamos haciendo lentamente.

Del Referéndum francés al referéndum griego

La crisis de 2007 llegó a la UE en el momento más inoportuno posible, el 13 de diciembre de ese mismo año se firmaba el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea – más conocido como Tratado de Lisboa – que diseñaba la nueva arquitectura institucional de la Unión. Dicho Tratado tuvo su origen en lo que siempre he considerado el principio del fin de la UE: El fracaso de la Constitución Europea. No debemos olvidar que en aquella ocasión tal resultado no fue una decisión tomada por los dirigentes de los gobiernos que integraban la Eurozona. Aquel resultado fue consecuencia de que el 29 de mayo de 2005 el pueblo francés decía que no a más Europa y pocos días después era el pueblo holandés el que también decía ‘no’.
Hace tres semanas el pueblo griego también dijo ‘no’ en referéndum. Salvando las distancias, la pregunta, al igual que en el año 2005, tenía que ver con Europa y el funcionamiento de la misma. Dicho de otra manera, ¿están los ciudadanos de los países que integran la UE dispuestos a que en su país se hagan las cosas como se dice desde Bruselas y Estrasburgo o no? La respuesta parece estar bastante clara en Grecia diez años después. Ahora bien, los griegos no son los únicos que titubean a la hora de responder a la pregunta que hemos planteado, la promesa de convocar un referéndum sobre Europa realizada por David Cameron ha tenido mucho que ver con la vuelta, tras 20 años, de un gobierno exclusivamente conservador al número 10 de Downing Street.
Pero, ¿por qué los europeos no quieren más Europa? Que los ciudadanos de Francia y Holanda, ambos países Mariposa Europafundadores de la Unión Europea, dijeran ‘no’ en el año 2005 fue una señal que no se supo interpretar por parte de los dirigentes políticos europeos. En aquel entonces el origen del conflicto en el seno de la Unión estuvo en una de las mayores asignaturas pendientes que a todavía hoy tiene la UE: La política exterior. La invasión de Irak y el apoyo que brindaron algunos países generó división. La famosa la cuestión planteada por Henry Kissinger “¿Quién se pone al teléfono cuando se llama a Europa?” seguía – y sigue – sin respuesta. El conflicto entre Rusia y Ucrania es otra muestra de cómo la falta de una política exterior común suscita disenso.
Otro aspecto clave en cualquier nación es la energía y la política que guía las decisiones que se adoptan en la materia. En este caso, en Europa encontramos una situación similar a la que se produce en materia de política exterior: no se encuentra por ningún lado. Esto resulta paradójico puesto que el embrión de la UE fue un tratado que llevaba por nombre “Comunidad Europea del Carbón y del Acero” siendo entonces el carbón una materia prima fundamental para la producción de energía y para la competitividad de una industria que tras la II GM era indispensable para la recuperación. Dicho Tratado expiró en el año 2002 y a día de hoy Europa necesita urgentemente de la famosa “unión energética” para que su industria pueda competir con la del resto del mundo. Sin embargo, las particularidades energéticas de cada país retrasan una y otra vez dicha unión, lo que de cara a la lucha contra el cambio climático – donde Europa ha asumido los compromisos más exigentes de cara a la Cumbre del Clima de París del próximo diciembre – puede suponer un verdadero contratiempo.
Por último, queda hablar de la gran protagonista todos estos días: La economía. Desde que comenzara la crisis económica se ha hablado de los efectos dañinos que el mal diseño del euro ha provocado en la economía de los países de la eurozona. La unión fiscal y una unión bancaria – a la que parece que se avanza con más firmeza que en otros aspectos – se han señalado como complemento necesario para que la política monetaria común sea verdaderamente efectiva y los países puedan gozar de mayores recursos frente a esta clase de acontecimientos económicos. Tal vez, por tratarse precisamente de mammón, sea en este ámbito donde se consigan mayores avances entre los dirigentes europeos.

Para finalizar este recorrido por el estado de nuestra querida Unión Europea quisiera poner el acento en algo que suele reproducirse en muchas empresas: La autocomplacencia de sus dirigentes. Ayer hablaba con un amigo chileno del peligro que tiene para cualquier compañía el creer que la situación está bajo control por el mero hecho de que las funciones básicas siguen cubriendo el expediente. No quiero decir que los dirigentes europeos estén dormidos en los laureles, es mucho peor. Es peor porque son conscientes de la gravedad de la situación – y no estoy hablando de Grecia – pero prefieren destacar pequeños logros – como ha terminado ocurriendo con la resolución del problema griego – e ignorar la situación general en la que se encuentra Europa. La raíz del problema está en pretender que Europa sea algo que los europeos no quieren que sea. En los diez años transcurridos entre ambos referéndums la suerte de despotismo ilustrado que ha imperado en Europa amenaza con dar pie a un motín de Esquilache y tan sólo los dirigentes británicos, por el momento, han sabido tomar posición para que sus ciudadanos manifiesten qué es lo mejor para ellos.

Europía

Ya está confirmado, se ha reformado, de nuevo, el Tratado de la Unión Europea. Los titulares son: “Nace una nueva Europa” “Europa avanza y deja al Reino Unido como único país aislado” “’Merkozy’ forja la UE de la disciplina fiscal” etc…

Y como muchos se habrán dado cuenta, una vez más Europa avanza sin los europeos. Una vez más, no se pregunta al ciudadano europeo, se da por sentado que está de acuerdo con lo que haga o diga su gobierno. Si bien es cierto que algunos países someterán esta cuestión a trámite parlamentario, también es cierto que esto no es más que una pantomima para dar apariencia de que se trata de una decisión democrática.
La realidad es bien distinta, y es precisamente por esto que, la incomprendida Gran Bretaña ha decidido no unirse al Nuevo Tratado. David Cameron sabe que el pacto fiscal que exige el nuevo Tratado no puede colárselo al pueblo británico y que para adoptar una medida de este calado se le exigiría un referéndum. ¿Por qué no convoca David Cameron un referéndum? Porque sabe, simple y llanamente, que el pueblo inglés le va a decir: “nanai”, nosotros gobernamos nuestra economía nosotros solitos, los europeos que hagan lo que quieran, aquí mandamos nosotros.
Evidentemente esta postura puede parecer egoísta, no voy a entrar a valorar si es egoísta o no. Lo que a mí me interesa de este hecho es que pone de manifiesto una vez más lo dividida que está Europa. Si bien Inglaterra suele ser la nota discordante, y muchos dirán aquello de: “Como siempre los ingleses a contracorriente”. Lo cierto es la postura del gobierno de David Cameron es más cercana al ciudadano europeo que a lo que pretenden los gobernantes europeos. Cameron sabe que si convoca un referéndum Inglaterra dirá no. Y el resto de países europeos ni lo plantean porque saben que la respuesta, con una alta probabilidad, será la misma en algunos países.

El ejemplo más reciente está en la “non nata” Constitución Europea. Aquella constitución sí que fue sometida a referéndum en muchos países de Europa, entre ellos Francia, y Francia dijo no. Los países Bajos, también dijeron No. En Reino Unido no se llegó a celebrar el referéndum, no era necesario puesto que con el no de Francia la Constitución Europea había fracasado, pero podemos imaginar cual hubiera sido el resultado. Alemania aprobó aquella constitución Europea, pero vía parlamentaria, sin someterla a referéndum. En España los españoles votamos sí, pero con casi un 60% de abstención…
¿Por qué conecto lo que pasó ayer con algo que pasó hace seis años? Porque ambos hechos ponen de relieve que no hay voluntad de Europa en la ciudadanía europea. A la mayoría de los españoles les suena muy lejano eso del Parlamento Europeo, y si le preguntamos qué diferencia hay entre la Comisión Europea y el Consejo Europeo apuesto a que muchos no tendrán ni pajolera idea de cuál es la respuesta. En definitiva, por lo menos en España, e imagino que en muchos otros países de Europa, no tenemos ni idea de que es o que pretende ser la Unión Europea.
Y este es, en mi opinión, el mayor problema con el que se enfrenta el futuro de Europa.

Independientemente de que sus líderes tampoco se ponen de acuerdo salvo, claro está, en materia económica. ¿Por qué se ha logrado el acuerdo que se ha logrado? Por el simple hecho de que si no se alcanzaba nos íbamos todos al garete.
Es principalmente en materia económica donde más se ha avanzado en el concepto de Europa, algo que por otro lado es lógico, si tenemos en cuenta que el embrión de la UE fue el prescrito Tratado del Carbón y del Acero de 1951 (CECA), y los Tratados de Roma de 1957 por los que se constituyen la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (EURATOM). Ambos están actualmente recogidos, después de varias reformas: Maastrich, Amsterdam, Niza (ninguna de ellas consultada directamente al pueblo Europeo), en el Tratado de Funcionamiento de la UE de Lisboa de 2007. Y es lógico porque la UE básicamente es hija de la CEE que nació con el objeto de eliminar las fronteras entre los países miembros, liberalizar los mercados, regular la competencia, equiparar el derecho de sociedades de todos los países etc. Logros magníficos en muchas materias, más pobres en otras… Pero que siguen dejando pendiente la asignatura de que el ciudadano europeo se sienta realmente europeo antes que español, inglés, francés, alemán etc.
Y si bien es verdad que tras la II GM que es cuando nacen diversos movimientos paneuropeos con tintes federalistas, éstos fracasaron y se impusieron las ideas que aspiraban a una progresiva aspiración económica, que es la que precisamente hemos estamos viviendo durante estos últimos años.

Ideas que, reitero, no llegan a calar en el ánimo de los europeos y que no contagian un sentimiento europeo real. Ideas que han logrado borrar las fronteras económicas pero no las psicológicas. Ideas que aspiran a una Europa unida económica y políticamente, pero que se quedan en lo económico, donde alcanzan éxitos relativos, y que fracasan estrepitosamente en lo político, aspiran a lo que llamo Europía. Y digo Europía porque es patente que esa unidad no se logrará nunca sino se revela al ciudadano europeo el propósito de los políticos. El primer paso es que ellos mismos alcancen un acuerdo sobre lo que de verdad quieren para Europa, es obvio que tal y como están planteadas las cosas ahora mismo Europa es ingobernable; con el nuevo tratado parece que se da un nuevo paso, pero una vez más sólo en lo económico. El segundo paso será concienciar a la población europea, que su nacionalidad es la europea, y no la griega, la polaca, o la húngara. Visto lo visto, el tercer paso me lo pensaré cuando vea que se va a dar el primero… Hasta entonces, Europa simple y llanamente es un mercado, y geográficamente un continente, todo lo demás es Europía.