Esta semana está teniendo lugar el proceso de elecciones primarias del Partido Socialista Francés. Se han presentado tres candidatos distintos, han tenido lugar debates televisados entre los mismos, y por primera vez en Francia el Partido Socialista francés ha celebrado unas elecciones primarias “ciudadanas” en las que se ha permitido votar a todos los simpatizantes de izquierda que abonasen un euro, para sufragar parte de los gastos de la elección. Mañana domingo sabremos el resultado definitivo de estas primarias verdaderamente participativas.
Desde el otro lado del charco también nos llega alguna noticia sobre el futuro candidato republicano a la Casa Blanca, allí también los partidos tienen un proceso de elecciones primarias real y auténtico. Es verdad que existen diversos tipos de primarias, según el Estado de que se trate, voy a resumir las tres básicas para no ser muy denso:
1) Las abiertas, donde los electores de todo un Estado pueden participar en las elecciones primarias independientemente del partido al que pertenezcan. A su vez se distingue entre aquellas que requieren declaración pública de filiación partidista y las que no.
2) Las semiabiertas, donde los electores sólo pueden votar en las primarias del partido en el cual están registrados (este sería el sistema francés al que aludíamos antes).
3) Y las cerradas, donde sólo pueden votar los miembros del partido que estén facultados para votar.
Como muchos habréis deducido el sistema menos democrático es este último. Y sí, es el que se da en los partidos mayoritarios en nuestro país, al menos formalmente. Del examen de los estatutos del PP, del PSOE y de UPyD (este último puede presumir de su sistema a la hora de elegir candidatos), extraigo una conclusión: Los partidos políticos son el cáncer de nuestra democracia.
Tal y como exponía en un post que no escribí hace mucho tiempo (aquí os dejo el link), de acuerdo con la legalidad vigente los partidos tienen que tener un funcionamiento democrático. Y sobre el papel lo tienen, sin embargo el poder que realmente tienen los afiliados es reducido, muy reducido, salvo en UPyD.
El sistema de elección de candidatos a la presidencia del gobierno de los dos grandes partidos, PP y PSOE, es realmente complicado. Son designados en «Congresos», en el caso del PP y en el Comité Federal en el caso del PSOE. Ambos se integran de miembros natos, por un lado, y miembros que son elegidos por distintos órganos de los respectivos partidos, en el caso del PSOE el Comité Federal se elige con los votos de los delegados del Congreso Federal; en el caso del PP los compromisarios del congreso la elección de compromisarios “se efectuará mediante lista abierta tomando como circunscripción la de distrito, local, comarcal, insular o provincial según determine en cada caso la Junta Directiva convocante”.
Por el contrario el sistema de UPyD es mucho más sencillo, los afiliados eligen al candidato, tanto a la presidencia del gobierno, como a la de la CCAA, como a la de la alcadía. No se dan por tanto las derivaciones absurdas que he tenido ocasión de analizar y que sin duda alguna, restan mucha importancia a la decisión individual del afiliado.
Esto es lo que hay sobre el papel. ¿Pero qué ocurre en realidad? La realidad la tenemos en las pseudo-primarias del partido socialista, a las que concurrió un único candidato. La designación de sucesor por parte del último presidente del Gobierno del PP. Y a la excandidata a ser Secretaria General del PSOE, que tras ser derrotada decidió fundar su propio partido, en el que de momento nadie le hace sombra.
Desde el momento que uno de los ingredientes fundamentales de nuestra democracia, es decir, los partidos políticos, están contaminados, esa contaminación se extiende a todo el sistema, lo corrompe y terminará por destruirlo.
Un partido político no puede estar al dictado de 8, 9, 10 o 20 personas, y menos cuando se trata de un partido mayoritario en que depositan su confianza millones de personas. Y la razón por la cual eso no puede ser es, básicamente, que ese partido mayoritario antes o después estará en el gobierno, y salvo el caso de que sus dirigentes tenga como máxima absoluta y por encima de cualquier otra servir a todos y cada uno de los ciudadanos sin discriminación alguna, ese gobierno será perjudicial para algunos o para muchos; esto último ya dependerá de la aptitud, los intereses, y la capacidad del gobernante de turno. Y además se produce un efecto nefasto, democráticamente hablando, todas las decisiones trascendentales para nuestro país quedan en manos de 4, 5 o 6 personas.
Por el contrario, un partido en el que sus dirigentes/candidatos no tengan un poder absoluto, donde realmente participen sus afiliados y simpatizantes, el caso del Partido Socialista de Francia para mí es revelador, será un partido que realmente representará la voluntad de un gran número de personas. Y donde esas mismas personas podrán proponer y confirmar con su voto las propuestas del futuro candidato.
Nuestra realidad es bien distinta. No sólo se elige el candidato al presidente del gobierno por un número muy reducido de personas en comparación con los afiliados, simpatizantes o votantes de un partido. Sino que además nuestra legislación nos impone un sistema de listas cerradas (esto ya no es cosa de los estatutos de los partidos políticos, aunque fueron ellos mismos los que confeccionaron la Ley Orgánica sobre el Régimen Electoral General, como siempre mirando por sus propios intereses), que se confecciona por el mismo partido; y aquí ya no me he molestado en buscar en cómo se confeccionan, porque digan lo que digan, para las próximas elecciones del 20-N de 2011 hemos visto como han sido confeccionadas por designación directa del candidato de turno. En particular la designación Ignacio Uriarte, después de haber sido condenado por el Tribunal Supremo por un delito contra la seguridad vial (iba conduciendo bajo los efectos del alcohol), como número 7 en la lista de Valencia, cuando encima nació en Madrid, es algo que me hierve la sangre. ¡Es el colmo!
La solución, en mi opinión, dada la situación actual, no pasa por establecer un sistema de listas abiertas, máxime cuando hay que elegir a 350 diputados. Apuesto a que nadie que esté leyendo este post es capaz de citar de memoria 25, excluyendo a los portavoces y al presidente del gobierno y al jefe de la oposición.
El sistema de listas perdería su razón de ser desde el momento en que los propios ciudadanos, o los propios militantes y simpatizantes de los partidos políticos mediante un sistema de sufragio directo eligieran los candidatos a los distintos cargos públicos, veáse: Diputados, senadores, alcaldes… Sería un sistema de democracia indirecta, como el Estadounidense, donde son los congresistas los que eligen al presidente, si bien se sabe de antemano lo que cada congresista va a votar porque el candidato del partido al que pertenece el congresista electo por el Estado correspondiente ha sido previamente designado en las elecciones primarias.
Nuestro sistema es un sistema de democracia directa, donde elegimos nosotros al candidato y con el van detrás todos los diputados. Si bien son luego esos diputados los que le eligen en el Congreso para que sea Presidente del Gobierno. La diferencia es clara.
Formalmente el sistema estadounidense es más complejo, pero más democrático y más representativo. La vía intermedia la representaría la fórmula del partido socialista francés.
Diversos movimientos civiles han demandado, a lo largo de estos últimos meses, mayor participación ciudadana en la democracia. Yo creo que esto pasa por democratizar nuestros partidos mayoritarios, y probablemente reformar la Constitución en algún aspecto; la LOREG para que haya igualdad de oportunidades para el caso de los minoritarios; y que la gente se afilie o simpatice con uno u otro partido, y participe activamente en la vida de los mismos. Es a través de esa participación activa en los partidos políticos como los ciudadanos podemos participar activamente en la política.
Nuestro sistema es un sistema democrático, tenemos una democracia real, eso no se puede discutir, pero que sea más participativa. Alguno de los elementos que conforman ese sistema, como he expuesto, están viciados, socavan la democracia del sistema, y nos restan un poder que nunca nos debería haber sido arrebatado. Dan lugar a un sistema democráctico enfermo.
Ahora bien, también hay que ser conscientes de lo que se pide. Protestar por protestar sin otro argumento que el de: “No nos representan” es inútil y además falaz. Hay que protestar porque procede protestar pero al mismo tiempo hay que proponer.
Mi propuesta es la que resulta de este post: Democraticemos los instrumentos de la democracia, para que ésta sea más participativa y colme nuestras aspiraciones. Exijamos que se cumpla la Constitución española y la Ley Orgánica de Partidos Políticos, los instrumentos están a nuestra disposición, sólo tenemos que utilizarlos. Exijamos que se fomente la participación ciudadana en la vida política. Participación que podría pasar por la designación individual de los candidatos a diputados (según la circunscripción electoral), así como de los senadores, e igualmente candidatos a las autonómicas, a las alcadías… Para que después, esos candidatos que han sido elegidos por los distintos partidos, se sometieran a la elección de todo el país, o de toda la comunidad autónoma, o bien de todo el municipio. Se estaría sometiendo a nuestros gobernantes a como mínimo una doble elección real, la de su propio partido, y la de la ciudadanía general, si se añadiera un sistema de vueltas podríamos multipiclar ese número de elecciones por dos. Un total de cuatro. ¿Estaríamos dispuestos a votar 2 o 4 veces para la elección de nuestros gobernantes? Yo creo que sí.
Pd. No he hecho referencia expresa a los estatutos de Izquierda Unida, no he querido olvidarme de ellos en este post, y básicamente la conclusión es la misma, un sistema opaco y complicado para la elección de candidatos.
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