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Reflexiones sobre el aborto.

Si hay un tema que a lo largo de estos más de cien post ha sido recurrente es el del aborto. El post inaugural de blog se llamaba “El derecho a la vida” y creo que hasta en tres ocasiones más he vuelto sobre este tema.
Los que me conocéis o me seguís en twitter sabéis cuál es mi posición sobre este tema y no es mi intención volver a exponerla ni volver a defenderla. Hoy tan sólo quiero reflexionar sobre el hecho de cómo el aborto se ha ido deslizando poco a poco con el paso del tiempo y que éste cada vez goza de mayor aceptación social, incluso entre los miembros del gobierno según cuenta un periodista hoy en un diario de tirada nacional.
La aprobación del anteproyecto de ley que tuvo lugar ayer ha crispado los ánimos de muchos pero por diferentes razones. Los defensores de la ley de plazos han visto derogado algo que ellos llaman derecho al aborto (lo siento, me resisto a calificarlo como un derecho) y por tanto mermadas sus pretensiones. El colectivo feminista considera igualmente que la aprobación del anteproyecto atenta contra sus libertades y que relega, una vez más, a la mujer. Todos los argumentos que dan los que desde estas posiciones defienden el aborto he tratado de rebatirlos en anteriores post y como he dicho antes, no voy a hacerlo de nuevo aquí.

No obstante, ha sido la supresión de uno de los supuestos que contemplaba la ley de 1985, el aborto en caso de malformación del feto, el que ha levantado muchas ampollas incluso entre los votantes del Partido Popular. Puedo asegurar que de no haber dedicado tanto tiempo a pensar sobre este tema probablemente compartiría esa indignación. Y es que dos años después de nacer yo se aprobó ley de 1985 con esos supuestos que estuvieron vigentes hasta que el gobierno de Zapatero promulgó su propia ley del aborto. Se había asentado por tanto en nuestra sociedad que era perfectamente lógico, legítimo e incluso justo que un feto con malformaciones pudiera ser abortado. No he sido consciente de ello hasta hace pocos años, pero del mismo modo se instauró en nuestra sociedad la normalidad del aborto sobre la base de un supuesto daño psicológico para la madre. En mi etapa universitaria después de pasar un buen rato con la novia o la amiga de turno si acontecía un retraso de algunos días era recurrente pensar «bueno, pues habrá que pensar en ir a una clínica» todos teníamos conocimiento de ellas y del precio que tenía abortar. El aborto era legal en España antes de que Zapatero cambiara la legislación, no gratuito, pero de lo más corriente. Tras la reforma, sobre la base de que la legislación anterior generaba riesgos para muchas mujeres, se facilitó el acceso al aborto. Es el desarrollo lógico de los acontecimientos después de muchísimos años encubriendo una situación que no era la adecuada. Si lo que se quería era abortar lo lógico es que se permitiera hacerlo con los menores riesgos posibles. En ese sentido no puede negarse que la ley de Zapatero fuera un acierto. Es realmente difícil luchar contra ese argumento desde un punto de vista estrictamente racional. “La gente va a abortar igual, regulémoslo”. Después viene todo eso de que es un “derecho” y que libera a la mujer y demás argumentos que a mi juicio se sostienen mucho menos.
Después de esta evolución del pensamiento social un feto con malformaciones es, a todas luces, mucho más “abortable” que uno sin malformaciones. “¿Cómo voy a tener un hijo subnormal?” “Mantener a un hijo subnormal es carísimo” “Yo no quiero que mi niño sufra” “Si mi hijo va a morir a los dos años de nacer va a ser algo durísimo” estas y otras afirmaciones suelen referirse cuando se habla del aborto de un feto que viene con malformaciones. ¿Quién piensa el feto o nosotros? ¿En quién pensamos en nosotros o en él? Es obvio que él no puede decidir, y probablemente no pueda llegar a hacerlo en la mayoría de las ocasiones pero ¿Es menos valiosa esa vida? Incluso cuando tememos por su futuro sufrimiento en realidad queremos que no sufra porque sabemos que sufriremos por él, sufriremos cuando lo pase mal, cuando llore y cuando le hagan el vacío y cuando… sufra todo lo que hemos sufrido en mayor o menor medida todos y cada uno de nosotros. Partimos de la idea de que todos somos iguales pero eso no significa que cada uno de nosotros vaya a sufrir lo mismo, ni vaya a ganar lo mismo, ni vayamos a ser idénticos en todo a los demás. Lo que ocurre es que optamos por no sufrir nosotros viendo sufrir a alguien que presumimos que va a hacerlo.
No puedo imaginar lo difícil que puede ser para una madre decidir continuar con un embarazo de un niño que a los pocos días o semanas de nacer va a morir. Pero que conozco casos de mujeres y de familias que lo han hecho y es impresionante ver la fuerza interior que desprenden. La alegría de haber podido tener en sus brazos a la criatura que gestaron durante nueve meses es lo más conmovedor que he visto en mi vida. La serenidad con la que hablan de ello años después es escalofriante. El amor que albergan en su interior es inmenso.

Sin embargo, en nuestra sociedad impera el miedo a sufrir y dudo que lo descrito llegue a ser lo habitual algún día. Posiblemente establecer por ley la prohibición del aborto en ese supuesto no sea la mejor medida para vencer el miedo a ese sufrimiento, al contrario entiendo que generará más rechazo y mayor temor al sufrimiento. Cuando sufrimos sólo encontramos alivio y cobijo en el amor de los demás. Entiendo que el amor es la mejor respuesta que le podemos dar al miedo a sufrir. No el amor a uno mismo sino el amor a los demás, al más débil, al más desprotegido. Soy un hombre de fe y creo firmemente que el amor puede con todo. Lo he visto, lo he vivido y lo vivo todos y cada uno de los días de mi vida. Paradójicamente no se habla del amor cuando se discute sobre el aborto. Hablamos, como hacía yo mismo un poco más arriba, de pasar un buen rato, de tener sexo sin protección, de echar un polvo… de manera que objetivamente es lógico que se esté a favor de sacarse de encima algo que no se quiere. Me pregunto todos los días si realmente seremos capaces de darnos cuenta de las consecuencias que tienen nuestros actos y de la importancia que deberíamos dar a los mismos. Si en algún momento pondremos en pausa la órbita de nuestro planeta y nos sentaremos a reflexionar desnudos, como seres humanos que somos, desprendidos de todo prejuicio sobre cómo queremos ser, a dónde queremos ir y qué es lo más importante.

La esencia: La vida.

Se reabre de nuevo el debate del aborto. La chispa que ha reavivado la llama, que nunca termina de apagarse, ha sido la declaración del Ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón relativa a que se suprimirá uno de los supuestos hasta ahora contemplados en nuestra legislación, el de interrumpir el embarazo en caso de posible malformación o minusvalía del feto.
La reacción de la progresía de este país no se ha hecho esperar y su diario de cabecera, el País, se afana en buscar testimonios de lo aberrante que resulta esa propuesta. Como en todo debate, cuando la cuestión se centra demasiado en un punto en concreto se pierde la perspectiva. En España y en buena parte del mundo, la perspectiva en relación al tema del aborto se ha perdido desde hace mucho tiempo.

No voy a entrar en la cuestión de si es, o no es un derecho, si es o no procedente en algunos supuestos. Ya he abordado estas cuestiones en alguna ocasión y creo que huelga. Lo que me gustaría poner de relieve esta vez es el contrasentido en que incurrimos cuando defendemos un aborto libre y estamos en contra del calentamiento global porque daña al Medio Ambiente, en definitiva, a la Naturaleza; Cuando defendemos el aborto y estamos en contra de la pena de muerte. Cuando defendemos el aborto y estamos a favor de la libertad. Por no hablar de los que defienden los derechos de los animales y están a favor del aborto.

Sólo hay que considerar el fenómeno de la reproducción en sí mismo para llegar a tres conclusiones: Es un proceso natural, su efecto es el de dar lugar a la vida, y ese ser vivo será libre.
¿En qué cabeza cabe mantener las posturas anteriormente indicadas y estar a favor del aborto?

Pues como me dicen los que saben de esto, puede caber ¿por qué no? El objeto debe ser tratar de aunar criterios, conceptos y pareceres. Tratar de llegar a un punto de partida y avanzar desde ahí. Pero como decía antes, cuando se centra el debate en un punto concreto se pierde la perspectiva, y creo que esa pérdida de perspectiva es lo que nos hace olvidar que lo primero es la vida y que a la vida le sigue todo lo demás. Y antes que la vida está la esperanza de la vida, sin concepción no hay vida y sin vida no hay derechos. Creo que es algo muy básico que todos podemos entender. Y si se supone que lo que debemos hacer es proteger al más débil ¿Qué hay más débil que una esperanza de vida? Una esperanza de vida, un soplo de aire fresco en el mundo, una criatura única, que siente y que vive aunque aún no haya sido alumbrada. Una esperanza de vida que en estos días se supedita a los intereses de personas que juzgan por ella que es más cómodo, que es más sufrido, que es más justo, que es más o menos adecuado. Personas que no sólo abortan su derecho a vivir, si no su derecho a crecer, a reír o a llorar, a luchar o a rendirse, a disfrutar o a sufrir, a amar o a odiar… Es en el origen de las cosas donde encontramos la esencia de las mismas, nuestro origen y nuestra esencia está en la concepción. La naturaleza a veces trunca ese proceso y duele, cuando lo truncamos nosotros no es igual si no más doloroso todavía, y entonces se acude a excusas, se invocan derechos, se utilizan argumentos… para justificar lo que no tiene justificación, para justificar la muerte antes de la vida. ¿Te has preguntado alguna vez por qué la muerte es tan dolorosa cuando la sufre un ser querido? ¿Te has preguntado por qué no lo es tanto si eres tú el que la provocas?

Para concluir, y a raíz de las declaraciones del Ministro de Justicia, yo he reflexionado sobre sí debe permitirse o no el aborto en los supuestos en que un niño vaya a nacer con una malformación que vaya a acabar con su vida al poco tiempo de nacer. Siempre había pensado que era una crueldad que ese niño naciera para morir poco después de su alumbramiento. El caso, es que reflexionando me ha venido a la memoria una película que vi hace un par de años, «La última cima». Es una película donde se relata la vida de un sacerdote, Pablo Domínguez, y uno de los testimonios que se recogen es el de una madre que dio a luz sabiendo, a los tres meses de embarazo, que su hijo iba a morir. Es un caso muy específico y donde la Fe juega un papel muy importante. Yo no sé, a pesar de mi Fe, si sería capaz de aguantar algo así, y menos si lo sería la que en su día será la madre de mis hijos, pero ahí está, no es un caso aislado, son muchos. Os dejo con el tráiler de la película que recoge esa es escena. Yo mientras seguiré reflexionando sobre el tema. Os invito a que hagáis lo mismo.

Vuelta a los años 80

Leo en el diario el País que las nuevas medidas en materia de justicia nos devuelven a los años 80. Se dice, aunque no directamente, con cierto tono despectivo, como si volver al pasado fuera un error. Lo cierto es que en muchas ocasiones podría parecer que volver a una medida anterior significa retroceder en lugar de avanzar. No obstante no siempre es así. No es así cuando las nuevas medidas que sustituyeron a las anteriores se han revelado claramente perniciosas o perjudiciales. Perjuicios que en este caso se refieren a la justicia y por tanto afectan directamente al ciudadano y a uno de los pilares esenciales de un Estado de Derecho.
No me gusta el tono ligero con el que se habla de la vuelta a los años 80, además se habla de esa vuelta con una frivolidad pasmosa, y además no es cierta.

En primer lugar voy a referirme al tema de la ley de la interrupción voluntaria del embarazo (la mal llamada ley del aborto). No se vuelve a 1980, se vuelve a 2009, que es cuando se modificaron los supuestos de interrupción voluntaria del embarazo, estableciendo una serie de plazos en los que quedaba despenalizado este atentado directo contra la vida humana dependiente. Hay que hablar con propiedad cuando se tocan temas tan delicados y serios como son las vidas humanas. Se vuelve a la ley de 1980 y a la doctrina del Tribunal Constitucional, establecida en el año 1985, en una materia tan capital como es el derecho a la vida.
Puede resultar, para aquellos que conciben el aborto como un derecho, que la reforma de la ley orgánica 2/2010 es un retroceso en relación a la legislación de 1980. No obstante como nunca he considerado que el aborto sea un derecho, sino un delito, para mí en este punto no hay retroceso alguno, sino un cumplimiento estricto tanto de la Constitución Española que consagra el derecho a la vida, como de la doctrina del Tribunal Constitucional. He reflexionado acerca del derecho a la vida en un post anterior, aquí os dejo el enlace.

En segundo lugar, la segunda medida que nos devuelve a los años 80, según el artículo del País, es la de devolver a los jueces el control del órgano de gobierno de los jueces, esto es el Consejo General del Poder Judicial. Cuando se modificó esta medida, yo no tenía uso de razón, y por tanto no voy a valorar los motivos que llevaron a ello, ni me voy a molestar en estudiarlos. Y no lo voy a hacer por una sencilla razón, ha quedado patente que el sistema actual de elección de los miembros del CGPJ sólo ha servido para una cosa, para poner a los jueces el cartel de conservadores o progresistas con una facilidad asombrosa. Algo que para los que queremos y defendemos una justicia independiente es absolutamente intolerable. Por lo tanto, me parece acertada esa medida, aunque sea de los años 80.
Ahora bien, si bien es verdad que fue Guerra aquél que dijo que Montesquieu había muerto, lo cierto es que el gobierno del señor Aznar lo remató, él pudo volver al sistema anterior, y no lo hizo, y no lo hizo porque a él también le interesaba poder controlar a los jueces. Por tanto, es digno de alabanza que se pretendan cambiar las cosas.
Por otro lado, si se renueva el CGPJ, lo lógico es que su renovación se haga de buena fe, y no con el objeto de que los que vayan a ser designados den al CGPJ una mayoría conservadora frente a una mayoría progresista. Lo deseable es que los nuevos miembros del CGPJ fueran realmente independientes y que los periodistas tuvieran que pasarlas canutas para hacer eso que les gusta tanto de encasillar a las personas.

Volver al pasado, reitero, no significa retroceder, volver al pasado en muchas ocasiones implica deshacer el camino mal hecho, en estas dos cuestiones, de una importancia más que considerable, no creo que volver al pasado deba ser interpretado como una señal de retroceso, sino como una señal de que las cosas que se cambiaron no se deberían haber cambiado, puesto que no mejoraron la situación, más bien al contrario, la empeoraron. Eso sí, que nadie me mal interprete, para nada estoy diciendo que cualquier tiempo pasado fue mejor, que más de uno me lo echará en cara, y ya me se la canción. Como decía San Agustín: “No digas que el tiempo pasado fue mejor que el presente; las virtudes son las que hacen los buenos tiempos, y los vicios los que los vuelven malos.” Así que más virtuosismo y menos vicios, éstos últimos ya sabemos todos cuáles son, tanto en materia de embarazos no deseados, como en materia de politización de la justicia.

El derecho a la vida

El artículo de hoy viene inspirado por que hoy es TT #acampadavida, junto con otro como #pelisabortistas, además de que se cumple un año desde la promulgación de la ley del aborto.
El aborto es una de las cuestiones más polémicas pero al mismo tiempo, en mi humilde opinión, de las más absurdas, al menos en nuestro país, de acuerdo con el art. 15 de la Constitución Española.
Dada mi condición de jurista voy a tratar de analizar esta cuestión desde un punto de vista estrictamente legal.
En la facultad de Derecho (de la Universidad de Valencia), cuando estudiábamos derecho Constitucional, debatíamos en clase la cuestión del aborto y del derecho a la vida, los supuestos en que nuestro código penal permitía abortar, y las sentencias del Tribunal Constitucional al respecto.
La conclusión siempre era la misma: El aborto, esto es la interrupción voluntaria del embarazo, es un atentado frontal contra el derecho a la vida (no sé cuál será la conclusión a la que llegarán ahora mismo). Si tú abortas, detienes, interrumpes la gestación impides que la vida se desarrolle, impides que la vida siga su curso y nazca un niño.

En la actualidad el debate se centra en el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo; en que ella tiene la libertad sobre su cuerpo, y por lo tanto, puede decidir lo que ella estime oportuno al respecto.
En este caso hay que distinguir dos supuestos: El derecho que tiene la mujer sobre su propio cuerpo antes de quedar embarazada. En este caso este derecho es indiscutible. Una mujer puede decidir ligarse las trompas de Falopio, tomar píldoras anticonceptivas (no son las mismas que las de interrupción del embarazo), puede mantener relaciones sexuales sin preservativo o con él, puede autolesionarse, puede incluso suicidarse. En ninguno de estos casos sus actos coartan, o limitan derecho alguno, más que el suyo propio.
Pero en el segundo supuesto, en el caso de que una mujer esté embarazada, ya no sólo está en juego el interés de la mujer. Hay otro elemento en la ecuación, es el feto. (Y no voy a entrar a debatir en sí el feto tiene vida o no tiene vida, no soy científico, y ni ellos se ponen de acuerdo al respecto). Y este otro elemento, es totalmente dependiente de los actos que su madre realice. Por eso algunos le denominan vida humana dependiente. Es el concebido pero no nacido, concebido pero no nacido, que llegará a nacer si el parto sigue su curso natural.
En este momento, el derecho a la libertad de la mujer queda subordinado al derecho a la vida. Y ¿por qué se llega a la conclusión, con la constitución en la mano, de que la mujer no es libre para actuar sobre su propio cuerpo en este caso? Porque el art. 15 de la CE antepone el derecho a la vida sobre cualquier otro derecho, también sobre el derecho a la libertad. Esto por otro lado es algo lógico, puesto que sin vida no se puede ostentar derecho alguno. Sin vida no hay libertad posible.
Es por ello por lo que no podemos considerar que el aborto sea un derecho de la mujer. Al contrario, el aborto, es un delito (más de uno se escandalizará al leer esto) tal y como se configuraba en la legislación anterior, y es un delito porque atenta contra un derecho fundamental, el derecho a la vida. Pero más aún, el aborto impide que esa vida futura disfrute del derecho en el cual se amparan los abortistas para anteponer el aborto a la vida futura, el aborto conculca la futura libertad del feto, y cualesquiera otros derechos que el feto pudiera llegar a tener.
La conclusión, por tanto, es que una mujer embarazada no debería de gozar de libertad para interrumpir el curso de una vida futura. Esto, sin embargo, sí que lo permite la legislación actual, algo claramente inconstitucional, bajo mi punto de vista.

Por otro lado, parece que el número de abortos desciende, http://www.elpais.com/articulo/sociedad/abortos/tempranos/elpepusoc/20110704elpepisoc_4/Tes pero creo que este dato no debe confundirnos. La ley del aborto tiene cosas buenas, tanto en cuanto, permite mayor asesoramiento y ayuda a la futura madre. Quizá como consecuencia de la despenalización del aborto, se ha producido un efecto paradójico, en lugar de aumentar los abortos, han disminuido; pero no sólo porque se haya despenalizado, sino porque las futuras madres tienen acceso a mayor información y asesoramiento que antes. Es esto y una buena educación en materia de derechos y obligaciones, así como en materia de educación sexual (los embarazos no deseados pueden evitarse con múltiples medios), lo que debe promoverse con el objeto de que el aborto se considere por la sociedad como algo que en ningún caso, o en casos muy excepcionales, puede tener lugar, porque tal y como he dicho, el aborto atenta directamente contra el derecho a la vida.