Ruido. Se escucha mucho ruido. Palabras vacías que se repiten una y otra vez. No importa el día o la hora. No importa el lugar. Se han repetido tantas veces que han perdido el significado y pronunciarlas produce indiferencia o desconfianza.
De un tiempo a esta parte uno teme, al ver que la historia se ha repetido tantas veces, que el desarrollo de nuestro presente tendrá el mismo desenlace que nuestro pasado. Un pasado amargo y lánguido que parece que no termina de quedar en el olvido.
Vivimos tiempos complejos, los mismos que me trajeron a escribir a este blog hace más de diez años. Decíamos entonces que vivimos en un mundo donde todo va muy deprisa. Demasiado deprisa. Ahora parece que se ha detenido. Echando la vista atrás uno se da cuenta de que hemos avanzado menos de lo que cabría esperar. Quien piense lo contrario tal vez sea más optimista que yo.
El problema se encuentra en el hecho de que probablemente lo que yo entiendo como “avance” no tenga nada que ver con lo que piensa un buen número de españoles. De alguna forma, la brújula que llevamos dentro se atrofia a medida que sufrimos los embates de la vida.
Yo quería cambiar el mundo y me metí en política. Yo quería cambiar el mundo y abandoné la política. Las respuestas no están en la política y, mucho menos, en los políticos. Nos inducen a pensar que es así, pero no es cierto. Las respuestas están en cada uno de nosotros mismos. Yo no te puedo convencer de que te preguntes a ti mismo si lo que dice fulano o mengano es creíble. Desde luego que lo será si tú piensas que lo que dice fulano o mengano es verdad. Sin embargo, fulano y mengano han mentido tantas veces que deberías a preguntarte si lo que crees es porque piensas por ti mismo o están pensando por ti.
No es fácil pensar por uno mismo. Cuesta trabajo, mucho. Conlleva tiempo, mucho. Un tiempo que le quitas a tu familia, a tus amigos, a Instagram y a TikTok. Lo más difícil de pensar por uno mismo, sin embargo, no es nada de eso. Lo más difícil es tratar de encontrar los argumentos que justifican que los que piensan algo distinto a ti están equivocados. Sino los encuentras entonces debes repensar tus creencias. Sino te molestas en encontrarlos, eres poco más que una ameba.
Un reto, una pasión, un objetivo. No caer en lo que caen muchos otros. Demostrar con hechos los verbos que pronuncian mis labios. Algunas palabras se han repetido muchas veces, pero no se repiten lo suficiente porque parece que todavía no se entienden: Honor, valor, verdad, amor.
No importa cuántas veces se repita la historia mientras creas que tú estás llamado a cambiar su curso.
Un reto, una pasión, un objetivo. Haz que las tres cosas sean lo mismo y disfrutarás. Yo ya lo hago.
En 1896 Henry Ford, granjero de nacimiento, culminaba los experimentos que darían lugar a una de las mayores compañías automovilísticas de todos los tiempos. Que un hecho similar hubiera ocurrido en la España de finales del S. XIX, apenas dos años antes del aciago 1898, era de todo punto impensable. Las condiciones que se daban en la España de aquel entonces estaban muy alejadas de todo lo que tuviera que ver con una sociedad capitalista.
Ha pasado el tiempo y nuestro país ha vivido una transición que se desdeña de una manera preocupante. No nos damos cuenta de que hemos pasado de una sociedad claramente pre-moderna y arraigada en el poder de las grandes familias a una sociedad en la que han sido capaces de abrirse paso personas como Amancio Ortega, Juan Roig, Francisco y Jon Riberas (los dueños y gestores de Gestamp) e innumerables empresarios que en buena lid han sido capaces de generar un tejido empresarial totalmente nuevo en nuestro país.
Cabe pararse a pensar a qué es debido que un empresario que comienza fabricando albornoces en La Coruña sea capaz de crear un imperio como Inditex en la España de los 90 y junto con él afloran múltiples casos de éxito que generan cientos de miles de puestos de trabajo mientras que ello era prácticamente imposible pocas décadas antes.
Bajo mi punto de vista hay que buscar la razón de ello en diferentes causas: El talento individual de todos y cada uno de los empresarios, de todas las partes del mundo, que invierten su esfuerzo, sus recursos y su tiempo en alcanzar la meta que se han fijado. Y unas condiciones políticas, jurídicas y sociales que permiten que ese talento aflore y sea recompensado adecuadamente. En definitiva, algo con lo que contaban los EEUU en 1896 y de lo que carecíamos en España.
Uno podría recriminarme que simplifico en exceso, pero ocurre que durante el S. XX y lo que llevamos del S. XXI ha sido la sociedad capitalista por excelencia, los EEUU, la que ha logrado mantenerse como primera potencia mundial y la que en su seno sigue aflorando los inventos y la tecnología más revolucionaria de nuestro planeta. Y aunque la URSS compitió durante buena parte de la postguerra con el país Norteamericano, no debe olvidarse en lo que ha quedado la antigua Unión Soviética ni lo que había detrás del muro cuando éste fue derribado (para los escépticos aquí se puede leer una interesante evolución de lo acontecido en las sociedades capitalistas desde el comienzo de las mismas).
Lo que trato de poner de relieve es que, a pesar de lo que se escucha a diario, el capitalismo sí que pone en el centro a la persona. Y digo esto porque es en las sociedades capitalistas donde las personas que invierten su esfuerzo son recompensadas y donde somos cada una de las personas las que podemos sacar el máximo rendimiento a nuestras capacidades y a nuestro esfuerzo, en un entorno donde se presupone la igualdad de condiciones y donde las opciones que cada uno de nosotros tomemos en el mercado sean totalmente libres.
Y es que en definitiva, en una sociedad capitalista, el mercado es un simple instrumento del que hacemos uso todos y cada uno de los miembros de la sociedad, de manera que participamos en él tanto por el lado de la oferta como por el lado de la demanda. No es ningún ente ajeno a nosotros que tome decisiones con intención de perjudicarnos o de hacernos sufrir, lo que ocurre es que si uno acude al mercado de deuda y luego no paga el individuo que te ha prestado querrá que le devuelvan su dinero, como querríamos que nos lo devolvieran a nosotros.
Y sí, querido lector, no ignoro que el capitalismo es imperfecto. Es algo que llevamos décadas escuchando y no por ello deja de ser menos cierto. Algunos hablan de fallas de mercado, otros de capitalismo de amiguetes, de abusos de posición dominante, competencia desleal… Nada de esto deja de ser cierto y la cuestión estriba en cómo debe prevenirse o en su caso penalizarse; sin duda alguna a través de los medios que brinda el Estado de Derecho. Sin embargo, y tras una crisis como la que hemos vivido en nuestro país a lo largo de los últimos siete años, uno tiene la sensación de que ha existido algo más que una falla de mercado o un capitalismo de amiguetes. Es cierto que es lo que se denuncia con más vehemencia por parte de múltiples agentes políticos y todos tenemos más o menos identificados a los culpables de nuestros males presentes, lo cual no quiere decir que esa identificación sea correcta.
Si yo hubiera de atribuirle un defecto al sistema capitalista sería el de hacer al hombre en exceso materialista. El hombre de la sociedad moderna ha quedado totalmente desprovisto de espíritu y es únicamente lo material lo que guía su toma de decisiones. Probablemente como consecuencia de ese afán por hacernos valer en el mercado y de hacer valer nuestro peso en la sociedad mediante la toma de decisiones en ese mercado hemos ido marcando cada vez más nuestro individualismo, en definitiva desproveyéndonos de nuestra espiritualidad y a la postre de nuestra identidad. Y ello no es algo desdeñable, puesto que es precisamente la pérdida de identidad una de las razones que determinan que vivamos en una sociedad consumista como la actual.
Por lo tanto, cabe pararse a pensar más allá de lo evidente y de lo que todos somos capaces de ver. Hasta la fecha las alternativas al sistema capitalista se han revelado como un rotundo fracaso generando sociedades de individuos despersonalizados, oprimidos y subyugados a un ideal loable a la par que inalcanzable. Las imperfecciones del capitalismo existen pero son susceptibles de corregirse con los mecanismos jurídicos adecuados. Pero ¿qué ocurre con esas imperfecciones que no cabe corregir con normas jurídicas? ¿Qué sentido tiene poner a la persona en el centro del sistema cuando lo que ocurre es que esa persona ha perdido su identidad por falta de interés en su espiritualidad?
Se presenta pues un dilema entre la despersonalización impuesta por el poder de los sistemas comunistas y socialistas y la despersonalización a la que arrastra un sistema que permite alcanzar las mayores cotas de éxito personal y profesional. En mi opinión el dilema entre uno y otro sistema no debiera existir, de hecho ni me lo planteo, lo que ocurre es que actualmente sí que está presente en nuestra sociedad, ya sea porque no vemos más allá de lo evidente, ya sea porque preferimos no hacerlo.
Hace algunas semanas leía un artículo que me pareció excelente. Su autor, Aleksander Kwasniewski fue presidente de Polonia entre 1995 y 2005 y habla de un valor, la honestidad, del que rara vez se oye hablar.
La falta de honestidad, de sinceridad con nosotros mismos, es algo que está estrechamente relacionado con la denominada disonancia cognitiva. La disonancia cognitiva, cuyo concepto fue formulado por Leon Festinger, alude al esfuerzo que hace una persona para generar ideas y nuevas creencias (en definitiva excusas) para reducir la tensión que se ha generado en su interior como consecuencia de una incoherencia interna, de una disonancia que sufre esa persona. Podría decirse que la disonancia cognitiva es el resultado de haber sido deshonesto y como consecuencia del desasosiego que ello nos produce tratamos de auto convencernos a nosotros mismos de que en realidad no hemos actuado tan mal o de que incluso estamos haciéndolo bien.
Este comportamiento que en la vida cotidiana puede tener resultados nefastos para el individuo multiplica sus efectos exponencialmente cuando el que padece esa disonancia cognitiva es un gobernante. El empeño de algunos gobernantes de justificar a toda costa e incluso de forma chulesca, políticas que son radicalmente opuestas a las que se comprometieron revela un patrón de comportamiento propio de alguien que padece esta clase de disonancia. Esto es lo que podría pensarse si partimos de una postura ingenua y consideramos que en realidad dichos gobernantes actúan de buena fe.
Pero la falta de honestidad no tiene porqué guardar relación con la disonancia cognitiva. Como indica el expresidente polaco podemos encontrar diversas clases de políticos deshonestos: El que es, ha sido y será deshonesto siempre, a éste no le afecta ninguna clase de disonancia cognitiva alguna, es un político que está ahí para “forrarse” y no persigue satisfacer otro interés que el suyo propio ,el clásico “jeta”. Alude también a los políticos torpes, a los jugadores y a los alborotadores. Los adjetivos que acompañan a esta clase de políticos deshonestos les describen por sí solos. Basta con pensar un poco para identificar en nuestro arco parlamentario a algunos de ellos. Incluso en más de uno se pueden encontrar las tres clases de deshonestidad. Se añaden otras clases de políticos deshonestos, como el “operador” al que se le critica porque carece de visión de conjunto o al cobarde que se achica ante la responsabilidad.
Es obvio que en política, tal y como se plantea en la actualidad, es extremadamente difícil ser honesto. Pero no toda deshonestidad resulta igual de dañina. En este sentido cabe hacer referencia a que la honestidad llevada al extremo puede incluso resultar dañina. Así, cuando se habla de honestidad moral, el ser radical en estos aspectos puede llegar a ser contraproducente para los intereses generales. Es aquí donde entra la distinción que hacía Kant entre el “moralista político” que busca forjar a moral a través de la política según las necesidades de la política. Piénsese por ejemplo en las banderas electorales que agitan derecha e izquierda en nuestro país, es tan moralista el político que está en contra del aborto como el que pretende que sea libre, porque al fin y al cabo se está apelando a la moral individual de las personas para que inclinen su voto en un sentido u otro. Eso es deshonestidad política y es utilizar como arma política algo que es exige el más profundo y serio de los debates, a fin de cuenta hablamos de vidas humanas.
Kant contraponía al “moralista político” la figura del “político moral”, es decir aquel político que huye de hacer electoralismo con cuestiones morales pero que no cae en la ingenuidad moral, esto es que no deja de defender aquello que considera que es justo en aras del interés general.
El problema radica en determinar en qué consiste ese interés general. Considero que en España los ciudadanos hemos sufrido tal deshonestidad por parte de nuestros políticos que la disonancia cognitiva que pudiera haber afectado a algunos de ellos ha alcanzado a gran parte de nuestra sociedad. Es lo que algunos llaman el hooliganismo político o el justificar lo que hace mi partido porque le he votado o le pienso votar. Es por ello que a medida que se intensifica la tensión entre los partidos políticos también se intensifica la tensión entre la ciudadanía. Se trata de una suerte de polarización de la que son conscientes los propios partidos y hasta somos capaces de ver como ellos mismos tratan de suavizar la tensión. ¿Es ello un acto de deshonestidad? ¿Si la tensión es real por qué la disimulan? La respuesta podría encontrarse en que están perpetrando una deshonestidad mayor aún: su voluntad de perpetuarse en el poder a costa de seguir siendo deshonestos con los votantes.
La cuestión que estamos abordando tiene una vertiente que solemos ignorar y precisamente tiene que ver con la propia honestidad ¿Cuán honestos somos con nosotros mismos? ¿Cuán honesta es la opinión pública? ¿Cuán de honestos podemos presumir que somos? Anteriormente refería que podría ser probable que la disonancia cognitiva podía haber alcanzado a gran parte de nuestra sociedad porque aquélla había podido afectar a algunos de nuestros políticos como consecuencia de su deshonestidad, pero ¿Y si fue justo al revés? ¿Y si la nuestra fuera una sociedad deshonesta? Prefiero huir de afirmaciones taxativas y considerar que es posible que se hayan dado los dos supuestos.
Ser honesto con uno mismo significa tratar de dar respuesta a esas preguntas incómodas que preferimos no hacernos a nosotros mismos. Consiste en dar respuesta a esas preguntas y preguntarnos porqué damos esa respuesta y no otra. Ser honesto con uno mismo es más difícil de lo que parece en un entorno donde el relativismo impera y donde tiene poca importancia hacer cosas totalmente opuestas ya que la consecuencia de actuar bien o mal es idéntica. Únicamente si somos honestos con nosotros mismos podremos evitar caer en la disonancia cognitiva. En caso contrario podremos buscar todas las excusas que queramos, podremos dar miles de justificaciones, pero en el fondo la verdad siempre estará ahí, tratando de ser olvidada.
Photograph by Daniel Pinheiro, 2013 National Geographic Photo Contest
Este es un post que he leído y que me he molestado en traducir porque creo que vale la pena leerlo. Aquí está el original por si alguien prefiere leerlo en inglés: 10 Gifts You Deserve to Give Yourself. Espero que os guste.
“Sólo se vive una vez, pero si lo haces bien, una vez es suficiente” Mae West.
Esta mañana un amigo cercano de la familia ha fallecido antes de lo esperado. Mientras pasaba la mayor parte del tiempo llorando su pérdida, las dos últimas dos horas las he dedicado a pensar acerca del hecho de que nuestras vidas son más cortas de lo que nosotros esperamos y que cada momento es un milagro. Quizás un pensamiento tan simple se hunde un poco más en un día como hoy.
Y mientras estaba ahí sentado había una pregunta a la que seguía dándole vueltas: ¿Qué es lo que puede hacer con tus momentos para maximizar su valor?
Una respuesta que ha venido inmediatamente a mi cabeza es: Úsalos para darte a ti mismo valiosísimos regalos que nadie puede darte…
1. Una mentalidad abierta de cara a aceptar los cambios de la vida.
Tú no eres la misma persona que hace un año, que hace un mes o que hace una hora. Tú siempre estás creciendo. Las experiencias no se detienen. Eso es la vida.
Algunas veces hay cosas en nuestras vidas que no están destinadas a permanecer. Algunas veces los cambios que no queremos son los cambios que necesitamos para crecer. Crecimiento y cambio pueden ser dolorosos, pero no hay nada más doloroso en la vida que estar atrapado en un lugar al que no perteneces. La cuestión es que tú no puedes alcanzar nada nuevo si te estás aferrando al ayer. Puedes pensar que el aferrarse te hace más fuerte, pero frecuentemente significa dejar ir las cosas y empezar otra vez en el presente.
2. Un camino con sentido y propósito.
Si tu vida va a significar algo tienes que vivirla tú mismo. Tú tienes que elegir el camino que te haga sentir bien a ti mismo, no el que le parezca bien a todos los demás. Siempre es mejor estar al principio de la escalera que quieres subir que en lo alto de aquella en que no quieres estar. Por tanto, no esperes a estar a mitad de camino de la escalera equivocada para escuchar tu intuición. Pregúntate cada mañana qué es lo realmente importante y después encuentra el coraje, la sabiduría y la fuerza de voluntad para construir el día alrededor de tu respuesta.
Al final, lo que cuenta no es lo que tú dices sino como empleas tu tiempo. Si tú quieres hacer algo encontrarás el modo de hacerlo. Si no quieres, encontrarás una excusa.
3. El tiempo para hacer cosas que realmente importan.
Identifica lo que es más importante para ti. Prescinde de los compromisos que no sean esenciales. Elimínalos tanto como te sea posible. Sin tiempo desperdiciado no hay arrepentimiento.
Lo que distingue a una persona con éxito es su capacidad para dejar de lado las “cosas que son importantes” en orden a conseguir primero las que son vitales. Cuando tienes clarísimo cuáles son tus prioridades puedes ordenarlas en el orden correcto sin apenas esfuerzo y descartar aquellas actividades o compromisos que no dan apoyo alguno a aquéllas que están en lo alto de tu lista.
4. El espacio para SER, sin preocupaciones innecesarias.
Si tú piensas y piensas y piensas, acabarás pensando en ti mismo siendo feliz miles de veces pero no lo serás ninguna de ellas. Preocuparse no soluciona los problemas del mañana, no los hace desaparecer, al contrario, se lleva toda la paz y el potencial del hoy. Deja de darle vueltas a todo. La vida es muy corta.
Tus mayores limitaciones son aquéllas que están en tu cabeza. Las mayores causas de infelicidad son las falsas creencias que renuncias a dejar marchar. Tú eres mucho más que capaz de lo que actualmente estés pensando, imaginando, haciendo o siendo. Sin embargo, tú llegarás a ser lo que contemplas habitualmente, por lo tanto aclara tu mente y deja que sean tus esperanzas y no tus miedos los que den forma a tu futuro. ¿Cómo? Medita. Corre. Permite que tu mente sea libre.
5. Permítete ser imperfecto mientras creces.
Posiblemente no estás donde tú quieres todavía, pero si piensas sobre ello, tampoco estás donde estuviste una vez. Tienes una buena razón para pensar que puedes confiar en ti mismo para seguir avanzando. No porque siempre tomes las decisiones adecuadas, sino porque has sobrevivido a las equivocadas y has dado pequeños pasos en la dirección correcta.
Concéntrate en las cosas buenas y hazlo lo mejor que puedas. No permitas que el estrés o la aversión a ti mismo te paralicen. Las cosas son sólo lo que son. No hay razón para permitirlas que te destruyan. Respira. Permite que cada momento sea como tiene que ser. Lo que está destinado a ser aparecerá en tu camino, algo que no significa dejarse llevar. Y recuerda que un gran regalo puede que no esté envuelto tal y como tú esperabas.
6. La tranquilidad de ser SUFICIENTE
Dite a ti mismo, “Soy suficiente”. Acepta tus defectos. Admite tus errores. No te escondas y no mientas. Trata con la verdad, aprende las lecciones, asume las consecuencias de la realidad y sigue adelante. Tu verdad no te penalizará. Los errores no te harán daño. La negación y el encubrimiento lo harán. Las personas vulnerables y con defectos son bellas y entrañables. Los mentirosos y los falsos no lo son. Cada ser humano está hecho en su totalidad con defectos, que están cosidos junto con buenas intenciones y rematados con singularidades únicas.
Tú eres tú por una razón. Ignora las distracciones. Escucha a tu voz interior. Piensa en tus propios asuntos. Guarda tus mejores deseos y tus mayores objetivos cerca de tu corazón y dedícales tiempo todos los días. No tengas miedo de caminar solo y no tengas miedo de disfrutarlo. No permitas que la ignorancia, el drama o la negatividad de nadie te alejen de tu verdad.
7. Las relaciones adecuadas.
No todos apreciarán lo que tú haces por ellos. Tienes que averiguar quién merece tu atención y quién está, simplemente, aprovechándose de ti. Si tu tiempo y tu energía están siendo desperdiciadas en las relaciones incorrectas, o en demasiadas actividades, eso te forzará a abandonar tus buenas relaciones y puedes terminar en un tedioso ciclo de amistades fugaces, de romances superficiales, que son tan apasionantes como poco significativas, y dan una continua sensación de que siempre estás corriendo en el mismo sitio, persiguiendo cariño.
Elígete a ti mismo antes que contentar a aquellos que te tratan de un modo ordinario. TU verdaderamente no lo eres. Nunca te conformes con ser la opción de alguien cuando tienes el potencial de ser la “primera elección” de alguien. Tú eres el resultado de las personas con la que pasas la mayor parte del tiempo. Si tú dependes de las personas equivocadas, ellos te harán fracasar, pero si dependes de las personas adecuadas, ellos te ayudarán a crecer y dar lo mejor de ti. Las personas ADECUADAS para ti amarán de ti todas las cosas que las EQUIVOCADAS temen. Eso es lo que necesitas averiguar.
8. Aprende por ti mismo.
Como dijo una vez Mahatma Gandhi, “Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir para siempre.” La vida es un libro y aquellos que no se educan a sí mismos sólo leen unas pocas páginas. Cuanto más sabes, mejor vives. Punto.
Toda educación es aprender por uno mismo. No importa si estás sentado en el aula de un colegio o en una cafetería. Nosotros no aprendemos nada que no queramos aprender. Aquellos que se toman el tiempo y tienen la iniciativa de buscar el conocimiento en su propio tiempo son los únicos que ganan una educación real en este mundo. Fíjate en cualquier clase de estudiante modelo, emprendedor o figura histórica que puedas imaginar. Con o sin educación formal te darás cuenta de que es producto de un continuo auto-aprendizaje.
9. Una oportunidad para tocar tus sueños.
Todo el mundo sueña, pero no igual. Muchas personas sueñan solo durante la noche, en el silencio de sus propias mentes, y después despiertan para encontrar que todo ha sido una ilusión. No seas uno de ellos. En lugar de eso, sueña durante el día. Se una de las personas que sueñan con los ojos bien abiertos, y que trabaja para que esos sueños se hagan realidad.
Descansa cuando no puedas más, pero no te rindas. Nunca se sabe que hay a la vuelta de la esquina. Puede ser todo aquello por lo que has estado trabajando o simplemente otra etapa de tu viaje. En cualquier caso, mientras sigas poniendo un pie delante de otro, algún día el siguiente paso será el que te lleve a conseguir tu meta.
10. La libertad de expresar toda tu verdad.
Las mejores y más gratificantes experiencias de la vida no se pueden ser tocadas o vistas. Tienen que ser sentidas con lo más profundo del corazón. No hay nada más inspirador que la complejidad y la belleza humana, los sentimientos del corazón. Por desgracia, muchas personas permiten que el miedo les nuble el juicio y les silencie. Sus más profundos pensamientos y sentimientos son silenciados frecuentemente y así, difícilmente comprendidos.
NO permitas que las personas invaliden o minimicen tus sentimientos. Si tú sientes algo, es que lo sientes y eso es real para ti. No hay nada que puedan decir que tenga poder para invalidar eso, nunca. Nadie más que tú vive en tu cuerpo o ve la vida a través de tus ojos. Nadie ha pasado por lo que tú has pasado. Y así, nadie tiene el derecho de decir o juzgar cómo te sientes. Tus sentimientos son importantes. No permitas que nadie te haga creer otra cosa.