Después de escuchar el primer discurso de SM el Rey Felipe VI puede decirse sin ningún tipo de dudas que es un firme defensor de la regeneración “de nuestra vida colectiva” y de “nuestra vida política”. Es cierto que refirió otros temas de interés, pero en este artículo me gustaría centrarme en este aspecto.
El regeneracionismo en España fue un movimiento intelectual de finales del S. XIX y que desapareció con el estallido de la Guerra Civil. Tuvo diversos protagonistas, la mayoría olvidados por la sociedad actual e incluso por la propia sociedad de su tiempo. El hecho de que un movimiento liderado por intelectuales no tuviera la capacidad de trascender más allá de un círculo reducido de personas y que sus esfuerzos por regenerar España tuvieran un efecto nulo en aquella España es algo que no debería olvidarse cuando se habla de “Regeneración” en los tiempos que corren.
No ha sido el Rey Felipe el primero en plantear que es necesaria una regeneración en nuestro país. Existen otros que vienen reclamando desde hace algún tiempo eso mismo. No obstante, estos mensajes deben lanzarse teniendo presente que el mensajero tiene un papel crucial a la hora de hacer creíble el mensaje que se traslada. Difícilmente un parado de menos de 30 años o alguien que no puede pagar su hipoteca prestará sus oídos a un mensaje de regeneración democrática que provenga de un diputado que lleva más de tres legislaturas en su escaño, de un Notario, de un banquero o del Rey. A pesar de todo, la Corona puede resultar más creíble gracias a una frase que nuestro monarca dejó para el final “Y ahí estaré siempre a vuestro lado como el primer servidor de los españoles”.
Ése es precisamente el reto de los regeneracionistas, ser capaces de ponerse al “servicio de”. Ponerse al servicio de los españoles conlleva un fenómeno que ha dado un protagonismo desmesurado a los fumigadores de libertad que aspiran al poder. Conlleva ser transversal, llegar a todos y tratar de solucionar sus problemas explicándoles las cosas. ¿Serán capaces los regeneracionistas del S. XXI de tal cosa o más bien se quedarán en lo que quedaron sus antecesores? “Hay que ser optimistas” me dijo Luis Garicano cuando le planteé esa posibilidad. No puedo estar más en desacuerdo. Hay que ser ambiciosos, no optimistas, tener la ambición por servir más y mejor que nadie para que renazca de nuevo la esperanza de la sociedad española. Seamos ambiciosos pues.