Un hombre del S. XX en el S. XXI

Después de las previsibles medidas que se anunciaron el viernes en el Consejo de Ministros me resulta sorprendente la reacción de la mayoría de personas que vaticinaban que nada iba a cambiar.
¿Cabía alguna esperanza de que el gobierno de Mariano Rajoy bajara los impuestos, tal y como prometió en campaña electoral? Sinceramente no. No la había.
En apenas año y medio el gobierno de Mariano Rajoy ha sorprendido a propios y a extraños. No obstante, si bien la sorpresa que motivaron las medidas que se adoptaron el 31 de diciembre de 2011 era comprensible, creo que no estoy mintiendo cuando digo que todo lo que ha venido después ha sido una crónica de una asfixia anunciada.
¿Por qué? Pues porque si uno repasa mentalmente todas las descripciones de la forma de actuar de Mariano Rajoy, durante la oposición y durante el gobierno de Aznar, todas coinciden en una cosa, Mariano Rajoy siempre deja que las cosas caigan por su propio peso. Es paciente, tanto que irrita. Independientemente de la situación se parapeta en discursos genéricos, en frases complejas y en palabras que casi nadie usa. Él hace su camino con la gente que él cree que le puede servir de apoyo y ahí va, hasta donde llegue. De momento es Presidente del Gobierno.

El temor que muchos tenemos es que ésta vez no haya elegido bien. De hecho, muchos consideran que se está equivocando muchísimo y arrecian las críticas desde todos los medios de comunicación de todos los signos y banderas.
Mariano Rajoy siempre ha actuado de la misma manera. Es probable que muchos tuviéramos la esperanza de que Mariano Rajoy, después de la mayoría absoluta que conquistó en las urnas, sacara su cabeza de la guarida y diera un paso al frente. Pero los que teníamos esa esperanza olvidábamos que en todas las oportunidades que Rajoy podía haberlo hecho nunca lo hizo. Siempre aguarda, siempre espera, nunca se estira para alcanzar antes el fruto, él espera a que caiga. No es un líder al uso.
Y esa falta de liderazgo es probable que nos acabe pasando factura. Yo tenía confianza en Rajoy, pero nunca tuve la suficiente como para concederle mi voto. Estaba cantado por todos y en todas las escalas del pentagrama que Rajoy carecía de liderazgo. Aun así muchos se afanaron en auparle. Ahora son muchos los que se afanan en intentar abrirle los ojos. Pero Mariano no escucha, está en lo alto del torreón de su palacio, allí donde fue aupado por todos. Con la convicción de que si le aupamos tan alto es porque queríamos que él, con sus defectos y sus virtudes, nos sacara del agujero. Sigamos gritando, empujemos el torreón lo que queramos. Éste no se moverá un ápice, y Mariano no bajará la vista. Sabíamos que podía ocurrir pero preferimos ignorarlo. Preferimos creer que Mariano era un hombre del S. XXI, que sabría adaptarse, que llegaría a ser dinámico, que dedicaría un rato a su cuenta de twitter e iba a tener un contacto más directo con la realidad. Pero resulta que no. Mariano es un hombre del S. XX y tiene muchos papeles encima de la mesa que tapan su Smartphone y su ordenador. Quizás deberíamos probar a mandarle una paloma mensajera, o puede que un fax ¿habrá pedido Mariano que le instalen uno de ésos?. Y si, tengo presente lo del plasma, pero que quieren que les diga ¿preferirían que se comunicara por carta?.

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