Ha tenido lugar un hecho delictivo, un asalto a un supermercado protagonizado por un sindicato y dirigido por un diputado. El objeto era entregar la mercancía robada a un banco de alimentos para que fuera repartido entre las personas necesitadas. La excusa para hacerlo, entre otras, es que los supermercados tiran a la basura los alimentos perecederos cuando podrían repartirla entre esas personas.
Diversas noticias han puesto de manifiesto que eso ya se hace en muchos supermercados. Lo desconozco. Es probable que algunos lo hagan, dudo que lo haga la totalidad de ellos. Esto es algo cuestionable habida cuenta de la situación que atraviesan un considerable número de familias españolas, puede que fuera conveniente investigar esa situación y en base a una información sólida decidir lo que se debería hacer. Pero asaltarlo por la fuerza en base a supuesto interés general, de momento en España, es un delito.
Dicho esto, no podemos caer en la trampa que Sánchez Gordillo y sus secuaces están tendiendo a muchos españoles. Expropiar no es robar. Lo que ocurre es que el grado de desesperación está alcanzando cotas considerables. Y las noticias de indultos a auténticos delincuentes, que son indultados por el hecho de ser políticos, no ayudan a rebajar ese grado de desesperación.
Los dirigentes a la hora de dar un indulto, a la hora de recortar al ciudadano antes que recortarse a ellos mismos, a la hora de vociferar en el parlamento o a la hora de pensar en poner una embajada autonómica deberían acordarse del episodio que ha protagonizado Sánchez Gordillo. Es en situaciones como las que vivimos en la actualidad cuando el pueblo desconecta del todo el interruptor y cegado por las vicisitudes del momento sigue como un cabestro el camino que le indica el populista de turno.
El episodio populista y delictivo de Sánchez Gordillo ya ha tenido repercusión internacional y todo hace pensar en que no va a ser el último. Los medios de comunicación, en pleno mes de agosto, sin carnaza que vender, van a hacer muy grande esta pelota, saben que el tema de la prima de riesgo está muy manido, y que el fantasma del rescate a fuerza de tanto repetirse ha terminado por acostumbrar al ciudadano, ya casi ni se teme. De modo que preparémonos, tenemos populismo para rato.
En tiempos normales es fácil desacreditar el populismo, pero no vivimos tiempos normales, y como he reseñado, la gente está cansada y con razón. El problema es que ese cansancio, esa hartazón, como he señalado, les ciega, les lleva a creer que la vida es un cuento, que Sánchez Gordillo es Robin Hood, y que robar al rico está bien cuando es para dárselo al pobre.
Olvidan que Robin Hood está ambientado en la Edad Media, donde imperaba la ley del más fuerte, y donde los ricos única y exclusivamente eran los dirigentes y sus subordinados. Olvidan que Robin Hood vivía en el bosque, proscrito y pasando penurias, no era diputado, ni alcalde, ni sindicalista. Olvidan que Robin Hood no tenía nada y que Sánchez Gordillo lleva treinta años en política.
El problema es que aunque se lo recuerdes no hay donde elegir, la sociedad que nos dimos entre todos para evitar que los Robin Hoods fueran necesarios se ha degradado hasta límites insospechados, que llevan a muchos a ver espejismos, a ver oasis donde sólo hay desierto y lo que es peor, a justificar hechos delictivos sobre los hechos delictivos que otros han cometido, cuando los unos y los otros deben ser condenados indefectiblemente.
Lo ocurrido y lo que le rodea es un síntoma preocupante. La lógica abandonó hace mucho tiempo el campo de la política, fue sustituida por el interés propio, y cuando a uno se le otorga el poder para que gobierne en aras de un interés colectivo y hace lo contrario el que otorga el poder lo acusa, lo padece y llega un punto en que se cansa. Una sociedad cansada es una sociedad irascible y hay que tener cuidado con lo que se hace y como se hace en momentos tan delicados. Ahora sólo falta que los dirigentes tomen buena nota de esto.
A los que aún veis algo de luz, no os dejéis engañar, Sánchez Gordillo no es el Robin Hood del S. XXI, es el inductor de un delito. Condenar ese hecho no es justificar un delito más grave. Perseguir un delito es algo que no se debe dejar de hacer nunca si queremos que la paz social no termine por quebrarse del todo. Exigir que se persiga a los delincuentes y protestar cuando son indultados injustamente es algo que deberíamos hacer más a menudo, no sólo cuando las cosas nos van mal.