Llevamos varios días dando vueltas al dichoso debate de la austeridad frente al crecimiento. Ayer escuchaba una tertulia en la radio y uno de los partícipes en la misma se asombraba de las estupideces que recogen los medios de comunicación acerca de este debate. Comparto su asombro.
Vaya por delante que no soy economista, pero me gusta estar informado, y los datos son los que son, y los podemos interpretar como nos de la gana, pero los resultados están ahí y salvo que nos hagamos los ciegos no podemos negar la cruda realidad.
Este gráfico (cortesía de Daniel Lacalle) refleja lo que hemos crecido en los últimos años, donde nos hemos estado endeudando de lo lindo.
Ahora algunos defienden que se fomenten las políticas de crecimiento, o lo que es lo mismo, seguir generando deuda. Deuda que no vamos a pagar nosotros, pagarán los que vengan detrás de nosotros; pero eso no parece importarnos siempre y cuando podamos mantener el ritmo de vida que llevamos. No parece importar que endeudándonos porque sí lo único que conseguimos es agravar la situación de las generaciones venideras. Carpe Diem y que pague el que venga detrás.
Estos adalides de las políticas de crecimiento, por otro lado, son unos grandísimos detractores de las políticas de austeridad. Creo que cabe hacer una matización, cuando muchos economistas, y reitero que yo no lo soy, piden una mayor austeridad no están demandando recortes en educación, sanidad, o prestaciones laborales. Lo que piden, y yo también lo hago, es una racionalización del gasto público, que se deje inmediatamente de subvencionar aquello que no merece subvención, que se deje de pagar aquello que no resulta imprescindible, que, en definitiva, se deje de despilfarrar. No nos damos cuenta de que si todos empujáramos en esa misma dirección nuestros políticos se tomarían más en serio nuestras demandas.
Ser austero no conlleva pedir que se privatice el sector público, ser austero no implica estar a favor del despido libre, ser austero no tiene nada ver con que se recorte en la enseñanza pública. Por ello considero que para nada, el gobierno de Mariano Rajoy está siendo austero, está recortando, en mi humilde opinión, de donde no debe. Y para muestra un botón, lean este interesante artículo sobre el “Mito de la austeridad” Y se darán cuenta de que poco se está haciendo.
Ser austero es privarse de caprichos, ser austero es privarse de cosas innecesarias, ser austero es no gastar lo que no se tiene. Ser austero, en definitiva, es lo que muchas familias españolas están haciendo para poder llegar a fin de mes, o para que los ahorros de toda una vida no adelgacen de una manera rápida. Y desgraciadamente ni el gobierno ni las autonomías, de momento, están siendo austeros. No están dando por todos lados, pero las transferencias del Estado han aumentado un 18.8% hasta marzo ¿austeridad? No lo creo…
Igualmente considero que fomentar políticas de crecimiento no tiene porqué ser únicamente endeudarse con fines improductivos. No obstante hay que hacer una profunda reflexión de lo mal que se ha invertido el dinero, las causas de porqué se ha invertido mal ese dinero, y poner los medios para evitar que estos casos no se repitan en el futuro. Financiar proyectos que generen riqueza y empleo en lugar de aeropuertos fantasma, estaciones de tren fantasma, y demás fantasmadas ostentosas e innecesarias sería una adecuada política de crecimiento. Debemos tener claro que endeudarnos para los próximos 50 años no es crecer, es crear una situación ficticia que va a perjudicar sensiblemente a las generaciones futuras.
Y debemos ser más serios, más rigurosos y más reflexivos. Llevo toda la mañana leyendo que Alemania, los alemanes y Merkel son el mal, que son los culpables de nuestra situación, que “chupan” los ahorros europeos y cosas como que su vida sexual no es satisfactoria por culpa de la austeridad.
Considero que no podemos pretender que Alemania y los alemanes (ellos también pagan sus impuestos, y parece que se nos ha olvidado que fueron ellos los que más aportaron a los fondos de cohesión de los que tanto se benefició España en la década de los noventa) sean los “paganinis” de los excesos que se han cometido en otros países, y me da igual que hayan sido los políticos o sus ciudadanos, yo siempre digo, que, aunque no nos guste, los políticos son el reflejo de la sociedad que dirigen. Debemos ponernos en la piel de un alemán y considerar la gracia que nos haría a nosotros pagar los excesos de los griegos, portugueses etc. Sólo hay que recordar la gracia que nos hizo contribuir al rescate griego, ¿lo recuerdan? Fue hace poco más de un año. Nosotros hemos pagado una vez, pero ¿quién paga siempre y en todo caso? Alemania.
Y es cierto, Alemania vive, principalmente, de sus exportaciones, y si nosotros flaqueamos, Alemania flaqueará; pero este argumento es pernicioso, es como querer hacerse trampas al solitario. Pongo un ejemplo: Yo soy un empresario, mi cliente no puedo pagarme porque no tiene dinero, como a mí me sobra yo se lo presto, él me paga con mi dinero y yo le vendo mi producto. Cuando mi cliente crezca, ya me lo devolverá, pero ¿Y si no crece? El ejemplo le habrá venido a más de uno a la cabeza, nos hace temblar semana sí, semana también y se llama Grecia.
Por otro lado hay que tratar de ser rigurosos, políticas de crecimiento y Eurobonos no tienen nada que ver, o al menos no deberíamos confundirlo. Todos deberíamos tener claro que la crisis actual tiene por una de sus causas, entre otras, las hipotecas subprime; los eurobonos no serían más que otra modalidad de hipotecas subprime, pero con un contenido distinto, en lugar de deuda privada nos encontramos con deuda pública. El punto de partida es similar, con las hipotecas la frase estrella era: “Las casas nunca perderán valor, al contrario, siempre subirán de precio”, con la deuda soberana es similar: “Los países siempre crecerán, antes o después pagarán”. ¿Seguro? Sólo hay que pensar en Grecia para darnos cuenta de que ello no tiene porqué pasar. La evolución de los Eurobonos sería similar a la de las hipotecas subprime, y Alemania que es un país solvente dejaría de serlo al hacerse deudor de una deuda que no es suya. Igual que bancos que estaban saneados vieron como sus balances se teñían de rojo al absorber entidades que estaban de ladrillo hasta las orejas.
Obviamente todo esto puede matizarse, pero en el fondo el resultado es el mismo, las mismas fórmulas que se utilizaron para atajar la crisis hipotecaria no pueden utilizarse para atajar la crisis de deuda pública. Salvo, claro está, que queramos que el resultado sea el mismo, en ese caso adelante, que se emitan eurobonos y prolonguemos la crisis hasta que nuestros nietos cumplan 90 años. Soy rotundo en mis afirmaciones, pero sólo hay que contrastar los datos, sólo hay que acudir a la información que brinda Eurostat y ver como han ido las cosas, algo hemos hecho mal, repetirlo es absurdo.
También he leído acerca de la emisión de billetes, aumentar la inflación de forma controlada y otras fórmulas de ingeniería financiera. Como dije antes no soy economista, pero recuerdo que cuando era pequeño que uno de los problemas más grandes que padecía España era el de la inflación. Dudo que esa sea la solución, pero ¿quién sabe?, yo desde luego no soy quien para afirmar una cosa así con rotundidad. No obstante, uno de los autores de esta propuesta es el controvertido Krugman, y éste tiene tantos seguidores como detractores. Krugman fue el que propuso sustituir la burbuja tecnológica por la inmobiliaria, y miren donde estamos ahora. Ciertamente no soy partidario de las propuestas de Krugman, por muy premio Nobel que sea; cabe recordar que hay otros premios Nobel, no tan mediáticos que propugnan cosas muy diferentes a las que él defiende, ¿por qué no se les da tanto bombo? Creo que es una pregunta que algunos de sus fervientes seguidores deberían hacerse más a menudo.
Por último, considero absurdo pensar que las políticas de austeridad son de derechas y las de crecimiento de izquierdas. Esta consideración viene a raíz de la reciente elección de Hollande y el que algunos lo hayan considerado el salvador de Europa. Por esa regla de tres podríamos concluir que endeudarse mucho y crecer poco es de izquierdas y que crecer endeudándose poco es de derechas. Y ni lo uno ni lo otro, si quieren les doy un ejemplo: Sarkozy. Pero, ¿qué vende más papel y genera más audiencia? El sensacionalismo estúpido que se da todos los días en los medios de comunicación y que una gran parte de nosotros toma como verdad absoluta. Ayer leía en twitter “Cuando la prosperidad nos arropa no reflexionamos: ¿para qué, si todo nos va a pedir de boca? Cuando estamos en crisis, no hay tiempo.” Reflexionemos y actuemos después de haber reflexionado, sólo entonces cabrá esperar un resultado meditado y ponderado.
Mi reflexión es esta: austeridad y crecimiento no son incompatibles, pero deben entenderse en sentido riguroso, y no en un sentido laxo o tergiversado. Austeridad no es recorte de los servicios básicos, si no de aquellos que son superfluos, en España muchos tenemos claro de donde se debe recortar antes de meter mano en sanidad, educación o servicios sociales, nuestro gobierno de momento parece que no lo tiene claro, o si lo tiene no se atreve.
Políticas de crecimiento no es más deuda para mantener el nivel de vida que hemos mantenido a costa de las generaciones futuras. Y éstas son las que más deben preocuparnos; yo pertenezco a una generación que ha vivido muy bien, y me gustaría que mis hijos vivieran igual de bien que yo; si es posible mejor, pero no a toda costa, no a un precio que no puedo pagar, porque si yo no lo puedo pagar tengo muy claro que serán ellos los que lo tendrán que pagar, y eso implica que ya no vivirán tan bien como yo. Nacerán debiendo, yo nací recibiendo.
Y si cuando ya has recortado todos los gastos superfluos (no digo que el Estado lo haya hecho) y aún así necesitas ahorrar más? Hay una lista de prioridades, y si cuando ya has recortado las menores necesitas ahorrar más, ¿tienes algún otro remedio que no sea recortar lo más importante?