La ignorancia campa a sus anchas y la humildad brilla por su ausencia.

A diario asisto atónito a la cantidad de barbaridades que puede decir la gente. Las dicen por la televisión, en la radio, en las redes sociales, en la calle… donde se tercie. Barbaridades que ponen de manifiesto la ignorancia que reina en esta España nuestra.
Siempre ha sido una costumbre muy española la de fanfarronear y la de hablar de cosas sobre las que no se tiene ni la menor idea. Hacer algún comentario gracioso, el chascarrillo de turno, cuando no se sabe que decir viene bien para salir del paso, el problema es que algunos van y se lo creen. Y después, ese ignorante, que ha leído u oído ese chascarrillo lo comenta como si fuera una verdad absoluta, y resulta que el que sabe que eso es una barbaridad, en lugar de sacarle del error piensa que eso es una gracia y le resta importancia… y así crece y crece la pelota hasta hacerse tan grande que se la cree hasta algún medio de comunicación y lo publica. Entonces la pelota pasa a ser noticia y lo que empezó siendo un chascarrillo se convierte en verdad absoluta para muchos. Esto ha pasado, y por inverosímil que parezca, ocurre.
¿Por qué ocurre? Pues porque somos unos ignorantes. Ahora que tenemos internet parece que eso de recordar las cosas no hace falta. Tenemos que pensar mucho contestar si el Tajo desemboca en el Mediterráneo o en el Atlántico, no sabemos lo que es un verbo transitivo, y si nos preguntan por la capital de Bolivia nos ponen en un compromiso.

A pesar de eso tenemos la osadía de dárnoslas de sabihondos, de expertos en todo, de opinar alegremente sobre el sexo de los ángeles y dar por sentado que lo que nosotros decimos es lo más sensato, lo más adecuado, y lo más supercalifragilísticoespialidoso. Somos así de cojonudos. Y ojo con querernos bajar del burro, porque somos capaces de empezar por llamarte facha y acabar mentándote a la madre que te parió.
De modo que además de ignorantes no tenemos ni una pizca de humildad. Tenemos internet, tenemos un espacio para decir lo que nos rote (lo que nos de la gana), y si encima somos cobardes lo podemos hacer desde el anonimato. ¿Qué no estoy seguro de lo que afirmo? ¿Qué no se muy bien de lo que hablo? Que más da… si seguro que la mayoría de los que me escuchen o lean tampoco tienen ni la más mínima idea.
Aparte de la cura de humildad, que nos hace buena falta a todos, tampoco estaría de más el que antes de lanzarnos a dar una opinión sobre uno u otro asunto nos molestáramos en saber de que va realmente ese asunto. Particularmente me hizo mucha gracia, dada mi condición de leguleyo, que después de las elecciones generales se montara una “campaña” (lo entrecomillo porque duró dos días y ya nadie se acuerda) para que se cambiara la ley D’hont, cuando la mayoría de los que clamaban por esa reforma no tienen idea de, primero: Por qué en España se adoptó la Ley D´Hont; segundo, que es un sistema de representación proporcional y las ventajas y desventajas que tiene frente a otros sistemas electorales; y tercero, que ellos en realidad lo que quieren es que la circunscripción sea única y no provincial. Cuando tratas de explicar esto pareces un bicho raro, así que directamente, como “el que sabe” al que me refería anteriormente, no le das importancia, remites algún blog donde hablan en profundidad y con conocimiento del tema y lo dejas estar, seguro de que más de la mitad de los que lean el blog no lo entenderán y que esa mitad no será ni la mitad de la mitad de los que lo vayan a leer.

Y con esto termino. Lo tenía que decir. Empezando por mí, menos hablar por hablar, más hablar con conocimiento de causa, y humildad señores, que buena falta nos hace a todos.

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